Doña Marga, la Disciplinadora. (cap. 1) - Relatos Eróticos

Doña Marga, la Disciplinadora. (cap. 1)

... pedir autorización y te has corrido mientras te azotaba.

Debes comunicárselo a tu Dueña para que proceda como estime conveniente.

- Gracias Señora, es usted muy amable.

No, no me está permitido y no he podido evitarlo, sé que he cometido un fallo.

Ya se lo he dicho a mi Dueña, me impondrá el castigo correspondiente en casa.

Mi Ama seguro que deseara conocerla, me ha dicho que ha disfrutado mucho de verla azotarme.

- Pues encantada, le dijo Marga.

Una vez bajo del estrado donde ya le ponían crema al muchacho, el caballero que había organizado aquella reunión se acercó a Marga a felicitarla y a decirle que había unas personas importantes que querían conocerla.

- Si lo desea Doña Marga, por favor, yo la acompaño y la presento.

- De acuerdo, gracias, dijo ella.

- Quiere que le lleve a su sumiso hacia allí.

- No, gracias, déjelo donde esta, no se moverá hasta que yo vuelva.

El caballero la llevo hasta una de las esquinas del local desde donde se divisaba el estrado perfectamente pero era un lugar un poco más discreto, allí había una mesa redonda con unas copas y unas tazas, una Señora en el centro de la mesa y tras ella un caballero, ambos eran los dos mayores, después había al menos un par de Señoras, algún sillón más y algún caballero tras ellas.

- Ella es Doña Rosa Peñas, es la cabeza visible de una familia muy reconocida de la zona, de excelente posición y también es la propietaria de estos locales que nos los cede para estas ocasiones, junto a ella esta su hija Teresa.

Detrás están sus sumisos y también la acompaña su ama de llaves y un par de invitados.

- Un placer conocerla Doña Rosa, dijo Marga.

- El placer es mío Doña Margarita, su demostración ha estado fantástica, en todos mis años había visto unas técnicas tan depuradas y perfectas, de verdad que me he quedado impresionada, me parece usted una Señora muy interesante de conocer.

- Muchas gracias Doña Rosa, me abruma usted con sus palabras, no estoy acostumbrada.

- Ella es mi hija Teresa, dijo Doña Rosa, el resto de gente lo iras conociendo.

- Un placer saludarla Doña Teresa, dijo Marga.

- Encantada, respondió Teresa.

- Te apetece tomar un café o una copita y que charlemos un rato más en privado?, le dijo Doña Rosa.

- Por supuesto, respondió enseguida Marga.

- Salir todos de aquí, dejarnos solas, traer unos cafés y unos licores, que no nos moleste nadie.

Marga se dirigió a Gaspar que era la persona que organizaba la reunión.

- Por favor, ponle un cuenco de agua a mi sumiso y que me espere.

- Si Doña Margarita, por supuesto.

El hombre se fue a la otra sala a ponerle el cuenco de agua a Jesus, el resto de gente salió y dejo la mesa vacía, Doña Rosa hizo un gesto y Marga se sentó, dejando su bolso en una de las sillas.

La Señora Rosa ya más tranquila y sin gente le ofreció a Marga un cigarrillo mientras Patricia, la ama de llaves de Doña Rosa les servía unos cafés y unas copas de licor.

- Retírate Patricia, ...