Las refugiadas - Revisiones ginecológicas - Relatos Eróticos

Las refugiadas - Revisiones ginecológicas

... parecía tener, en parte, una réplica de la misma, con una segunda silla ginecológica. Sin embargo, esta era ligeramente distinta. Además de estribos, disponía de numerosas correas, tanto en estos como en la silla, para atar a la paciente.

—Enciende la cámara –ordenó Melanie a su enfermera.

—¿Qué cámara?

—¿No le has insertado la cámara?

—No. Domina.

—Bien. Dame la jeringuilla. Habrá que extraerle la sonda y volvérsela a poner.

Melanie retiró parte del líquido que retenía la sonda. Pegó un tirón que provocó un gesto de dolor en Anastasia. Retiró otro poco de líquido. Estiró. El gesto de dolor fue mayor, pero la sonda se movió. Estiró con fuerza de la sonda. Anastasia Se agarró a la parte baja de la silla. La sonda acabó de salir. Una burbuja como de media yema del pulgar se veía en la punta. Melanie acabó de extraer el líquido de la sonda.

—No hace falta causar dolor —explicó a Pedro—, pero me gusta. Espero que no le importe.

—A ella también —replicó Pedro señalando a Anastasia.

Melanie tomó una pequeña bola unida a un cable todavía más fino y la engancho por delante de la sonda. Las fijó con una vuelta de esparadrapo. Miró el coño de Anastasia antes de ponerle lubricante. Pasó la bola y la sonda por este.

—¡Joder cuando jugo! —exclamó Melanie—. Está claro que la educación pudo ayudar, pero no es el único factor. Esta puta es una masoca natural. Yo diría que se ha corrido una o dos veces.

—Es posible —reconoció Pedro.

—Supongo que la castigara por no pedir permiso.

—No. Tiene mi permiso. —Melanie levantó una ceja—. No me gusta ser interrumpido con requerimientos cuando la golpeo, así que le indiqué que en mi presencia se podía correr, incluso sin avisar, siempre que fuese por dolor.

»Y sí, es una masoquista extrema.