1. Polvazo en la sauna


    Fecha: 09/04/2019, Categorías: Gays Autor: Einar Cano, Fuente: CuentoRelatos

    Habían pasado tres o cuatro días desde mi noche con María, me encontraba sentado en el jardín delantero de mi casa, bajo un sauce llorón leyendo un libro, si nos ponemos frente a mi chalet, tiene tres entradas, a la izquierda la de vehículos, que da a un cobertizo techado con capacidad para tres vehículos, ahí tengo mi coche y la intruder, la Ducati la vendí, en el centro está la entrada peatonal, que da a un jardín con dos sauces y muchos rosales, la rosa es mi flor favorita, tengo rosas de todos los colores, rojas, amarillas, blancas, incluso tengo un rosal de rosas azules, a la derecha está la entrada que da a las dependencias del servicio, ahí es donde Salvador aparca su coche, una Mercedes citan que fue lo único que sacó de veinte años de dedicación a su pareja, esta área está separada del jardín por una valla metálica de dos metros de altura cubierta completamente por un rosal trepador, una puerta permite el paso entre las dos zonas.
    
    Como ya he dicho, esa tarde estaba yo sentado bajo uno de los árboles leyendo Sombras cuarteadas de neón, de Alicia García Núñez, estaba ensimismado con la lectura cuando con el rabillo del ojo me pareció ver un movimiento en la puerta que da a la zona de servicio, me levanté y me acerqué con precaución, me asomé y no vi a nadie, la furgoneta de Salvador estaba allí aparcada, miré por todas partes y no vi nada, llamé a la puerta de mi asistente, tardó un par de minutos en abrir.
    
    - Hola Salvador, estaba sentado en el banco del sauce y me ha parecido ver a alguien aquí.
    
    - Oh sí, Einar, ven aquí Dami.
    
    Apareció un jovencito muy guapo, un verdadero caramelito, rubio con los ojos verdes, delgadito, casi más ella que él.
    
    - Lo siento señor.
    
    - ¿Eras tú?
    
    - Es mi amigo Damián Einar, ha venido a verme, le encanta el jardín y ha querido verlo pero cuando le ha visto a usted se ha asustado.
    
    - Discúlpeme señor.
    
    - Por favor Damián, no tienes que disculparte pero la próxima vez no hagas eso, me he asustado, pensé que era un ladrón.
    
    - Lo siento Einar.
    
    - No pasa nada Salvador.
    
    Ambos entraron y yo me dirigí a la cocina a prepararme algo para merendar, no sé me iba de la cabeza aquel muchacho tan guapo, no creo que tuviera más de veinte o veintiún años, una verdadera delicia, se me vino a la cabeza la imagen de aquel efebo comiéndose la polla de Salvador, con esa carita de ángel, me empalmé, acabé mi merienda y salí a la entrada de servicio, di la vuelta a la esquina, una celosía de hormigón prefabricado delimitaba lo que antes era la zona de tender, Salvador lo había convertido en un patio cordobés lleno de macetas con geranios, gitanillas, claveles, pilistras, helechos, en el centro una mesa con cuatro sillas, me acerqué a la ventana de su sala de estar que daba a esa zona y me asomé con mucho cuidado, allí estaban los dos, desnudos, el chico estaba de pie, el pecho apoyado en la mesa con la cara hacia mí, mi asistente estaba detrás, se lo estaba follando con fuerza, casi con violencia, desde ...
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