1. TE LLAMARÁS WANDA (2)


    Fecha: 07/04/2019, Categorías: Transexuales Autor: marcos-wanda, Fuente: SexoSinTabues30

    Hola a tod@s
    
    En mi relato anterior, comenté los pormenores de mi nombre “Wanda”, pero lo que nunca me imaginé, hasta ese momento, fue el propósito que tenía Casandra, el travesti que me bautizó como tal.
    
    Con el pretexto de “te voy a enseñar cómo chupar las pijas” o “te voy enseñar cómo hacer desear a los hombres, de tal forma, que les vas a poder pedir todo lo que quieras”, etc., etc., etc., a punto estuve de ingresar en el universo de la prostitución, obviamente, sin saberlo.
    
    Yo, como un joven (una joven, en mi condición de Wanda) que solamente pretendía recibir placer, gozo y satisfacción sexual, por el enorme gusto que sentía cada vez que me cogían, estaba deseoso de recibir las enseñanzas y las instrucciones de toda una experta en la materia, motivo por el cual me sentía por demás agraciada.
    
    Comencé a ir a casa de Casandra todas las tardes y lo primero que hacía ella, era “vestirme de mujer”, algo que me fascinaba, sobre todo porque ella contaba con un impresionante vestuario y una vez que yo me transformaba en Wanda, empezaba la “clase de sexo”.
    
    Cómo caminar, cómo sentarme; en síntesis, cómo seducir a los hombres con el movimiento del cuerpo y con gestos fasciales.
    
    Yo estaba obnubilada por los conocimientos que demostraba tener Casandra, pero lo mejor fue cuando comenzó a instruirme en el tema, en el cual más problemas e inconvenientes tenía; obviamente era en la forma y en la manera de “chupar pijas”.
    
    Empezó mostrándome toda clase de “consoladores” (hoy en día, están al alcance de todo el mundo, pero hace 35 años atrás, muy pocas personas podían acceder a ellos).
    
    “¡Así se comienza! ¡Hay que lamer, besar, tocar suavemente! ¡Después, se empieza a chupar como si fuera un helado!” – Fue lo primero que me enseñó Casandra y lo recuerdo como se fuese hoy mismo.
    
    Acostumbrada yo a que directamente me la metieran en el culo y sin más preámbulos, aquello me fascinaba y ya me imaginaba unas maravillosas y espectaculares mamadas.
    
    Después que terminaba mi clase de “aprender a chupar pijas”, venía algo que también “me volaba la cabeza” y era, nada más y nada menos, que aquel cuerpo escultural de mujer, pero que además “calzaba una espectacular verga”, se ocupaba de “darle de comer a mi super culo”.
    
    “¡Qué hermoso culo, Wanda! ¡Sos una privilegiada! ¿Sabés cuántas mujeres desearían tener un culo como el tuyo? ¡Los hombres te darían hasta lo que no tienen, con tal de coger semejante culo!” – Solía exclamar Casandra, una y otra vez y si bien, yo, en principio, no reparaba mucho en ello, sino que solamente me dejaba agraciar por tantos halagos y elogios; con el tiempo entendí a donde apuntaba todo aquello.
    
    Casandra me enseñaba todo tipo de poses, mientras me cogía una y otra vez, pero constantemente me decía, por ejemplo, cómo jadear, cómo gemir, qué decir, cómo hacerme desear, etc.
    
    “¡Ay! ¡Sí! ¡Cogeme! ¡Cogeme más! ¿Viste que puta soy? ¡Cómo puedo ser tan puta! ¿Querés que sea tu putita? ¿Te gusta que sea tan, pero tan ...
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