1. Los piropos del rudo obrero


    Fecha: 05/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: VictoriaSG, Fuente: TodoRelatos

    ... un buen escote, luciendo todo mi potencial delantero, que era bastante. Sentía cierta inquietud por saber cómo se vería desde lo alto de un andamio.
    
    - Morena, quién fuera cemento para sujetar ese monumento.
    
    - ¿No se te acaban nunca las frases machistas?
    
    - No me digas eso, chiquilla. Soy un obrero del amor.
    
    - Tu mujer tiene que estar contenta.
    
    - Lo estaba, pero murió.
    
    - Vaya, lo siento. ¿Puedo saber tu nombre?
    
    - Me llamo Emilio. Y sé que tú eres Belén.
    
    - ¿Has estado espiándome?
    
    - No, es que tu madre se pasa el día llamándote a gritos.
    
    - Es bastante escandalosa, sí. Solo descanso cuando trabaja, por las tardes.
    
    - Pero la tienes que cuidar mucho, que nunca sabes cuándo puede faltar.
    
    - Lo sé, mi padre falleció hace cinco años.
    
    - Estamos los dos apañados.
    
    - Pero no quiero tristeza, dime una de tus frases antes de irme.
    
    - Si fueras un barco pirata... te cogería el tesoro que tienes entre las patas.
    
    - Tengo un buen tesoro, sí.
    
    Le guiñé un ojo y me despedí de él. Sus formas no eran las mejores, y menos para los tiempos modernos, pero detrás de su apariencia se escondía un buen hombre. Me fui con las ganas de saber más de su vida, de que me contara cosas y me enseñara más frases de las suyas.
    
    Llegué a la universidad y me encontré a Brais. Me saludó con un beso en la cara, como si fuera su prima o su hermana. No podía evitar fijarme en su cara, casi imberbe, pese a tener veinte años. Sus brazos eran incluso más finos que los míos. No era nada varonil, todo lo contrario que Emilio, con su barba poblada, sus brazos fuertes y la piel morena de trabajar todo el día bajo el sol. No sabía por qué estaba pensando en él, pero se estaba convirtiendo en algo habitual.
    
    Una vez terminaron las clases, estuve toda la tarde estudiando en la biblioteca. Me costaba concentrarme, no conseguía sacar al obrero de mi cabeza. Cuando llegué a casa, mi madre todavía no había vuelto de trabajar y decidí que la mejor manera de despejarme y quitarme el estrés que llevaba encima era estrenando el succionador de clítoris que mis amigas me habían regalado por mi vigésimo aniversario.
    
    No me hizo falta demasiado para comprobar que la fama del cacharro estaba más que justificada. En treinta segundos me había encendido más que mi novio en el último año. Estaba completamente abierta de piernas sobre mi cama y comenzaba a gemir, cachonda perdida, cuando llegó mi madre, dejándome con un calentón descomunal. Mi idea era rematar la faena antes de dormir, pero no me atreví con ella en casa.
    
    Comenzó un nuevo día, y con el, las ganas de reencontrarme con Emilio. Pero al salir a la calle no escuché ningún piropo, porque el obrero no estaba. Fue una desilusión, porque me mantenía en ese estado de excitación constante y me apetecía que me dijera alguna de sus groserías.
    
    Después de clase, decidí que era mi día de descanso. Nada de estudiar ni de ir a la biblioteca. Directa a casa para comer y terminar lo que tenía pendiente. Al llegar, ...