1. Los piropos del rudo obrero


    Fecha: 05/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: VictoriaSG, Fuente: TodoRelatos

    ... cosas.
    
    Pero el ruido que hacían no era lo peor. Uno de los obreros, un hombre que debía tener la edad de mi madre, se había acostumbrado a gritarme obscenidades cada vez que pasaba por delante. Era alto, corpulento, me daba miedo plantarle cara, pero no podía consentir que me hablara así.
    
    - Niña, eso es un cuerpo y no el de bomberos.
    
    Quise contestarle, pero no fui capaz. Los siguientes días evité pasar por delante, aunque tuviera que dar una vuelta más larga. Le conté a mi novio lo que estaba pasando, sin ninguna esperanza de que se ofreciera a plantar cara al obrero, tampoco necesitaba que nadie me defendiera, pero su respuesta fue desoladora. Me dijo que no era para tanto, que solo eran piropos. Brais no era nada machista, pero sí que era un cobarde.
    
    Acostumbrada a dormir poco por el ruido, unamañana silenciosa me quedé dormida. Cuando desperté y vi que llegaba tarde, me vestí y salí corriendo. Creía que no me cruzaría con el acosador, pero ahí estaba, subido en el andamio.
    
    - Bonitas piernas, ¿a qué hora abren?
    
    - ¡Vete a la mierda!
    
    Su presencia me pilló tan por sorpresa como mi respuesta. Me alejé a toda prisa temiendo su contestación. Debía reconocer que en el fondo, muy en el fondo, el supuesto piropo me había hecho gracia. Aunque fuera grosero e inapropiado, echaba de menos los halagos. Hacía siglos que Brais no me decía nada bonito. Algo iba muy mal si hasta un mugriento albañil conseguía con sus groserías hacerme sentir más deseada que con mi novio.
    
    No quise contarle nada a mi madre, porque estaba convencida de que ella sí le plantaría cara y no quería conflictos. Si volvía a suceder, le contestaría como ya había hecho. Pero me quedé con la inquietud de saber qué más piropos conocía ese hombre y si sería capaz de volver a responderle. Así que la mañana siguiente, aunque no tenía tanta prisa, pasé por delante a propósito, a ver qué me decía.
    
    - Guapa, eso sí que es carne y no lo que le echa mi madre al cocido.
    
    - Eres un poquito mayor para que tu madre te prepare la comida, ¿no?
    
    - Si quieres, me la puedes hacer tú.
    
    - Ya te gustaría, viejo verde.
    
    Me marché sonriendo, no lo pude evitar. Tenía un tono de voz grave, pero mucha gracia al hablar, no encajaba nada con su aspecto rudo. Poco a poco, me fui acostumbrando a esas pequeñas discusiones matutinas. Ese hombre sabía como subirme el ego, cosa que necesitaba, pero siempre fingía responderle enfadada, aunque, probablemente, él ya se había dado cuenta de que aquello empezaba a gustarme.
    
    Oficialmente, seguía con mi novio, pero cada vez le daba más excusas para no vernos fuera de la universidad. No habíamos vuelto a follar, si es que se le podía llamar así, desde aquella noche después del italiano. Empezaba a tener mis necesidades y consideraba la opción de autosatisfacerme, algo que no hacía desde mucho tiempo atrás.
    
    El buen tiempo llegó de golpe. Era una ocasión perfecta para desprenderme de algo de ropa y salir a la calle con una faldita corta y con ...
«1234...»