1. Amalia


    Fecha: 24/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Fantasma Verde, Fuente: CuentoRelatos

    ... siempre.
    
    Acababa de entrar el verano por lo que el aire acondicionado era indispensable. Recuerdo que me recibió su esposo y me llevó hasta una habitación que habían acondicionado como un salón, con varias mesas pequeñas, cada una con un tablero de ajedrez; había como 6 o 7 niños concentrados en sus piezas. Yo estaría frente a Amalia en la mesa más grande. Tan pronto me senté se me fueron los ojos directo a su escote; llevaba una blusa verde muy brillosa y delgada que dejaba entrever la forma de sus pezones.
    
    Con un movimiento que hizo, el primer botón se salió del ojal y sus pechos casi salen disparados de la blusa. Su piel era muy blanca y tenía pecas en todo el pecho; eso hizo que se me pusiera muy dura y además que no pudiera concentrarme durante todo el juego. No sé si ella estaba consciente de lo que estaba pasando, o siquiera se haya dado cuenta, pero en varias ocasiones se inclinó demasiado hacia adelante dándome un espectáculo de primera con sus tetas que, a decir verdad, estaban a punto de salirse de la blusa. La clase terminó sin nada más relevante, pero desde ese día obtuve material para muchas, muchas noches y se convirtió en mi fantasía predilecta. Imaginaba que durante esa sesión nos íbamos a otro cuarto o al baño a coger siempre pendientes de la puerta, o que tan pronto y nos dejaban solos ella estaba sobre mí, con sus tetas en mi cara dándome de sentones hasta correrse. Mi imaginación volaba.
    
    Me parecía una idea muy excitante que estuviera en casa. ¿Tendría alguna oportunidad para que pasara algo? Me preguntaba constantemente. Mi madre en una ocasión me contó que varias veces la encontró a ella y a su entonces novio cogiendo en el sillón de la sala o en su cuarto. Imaginar que podría toparme con una sorpresa de ese tipo en estos días me producía erecciones instantáneas.
    
    2.
    
    Pasaron los días y las semanas, y nuestra convivencia era de lo más normal. Entre las prisas de mi trabajo y su labor como enfermera de tiempo completo de mi abuela, nos manteníamos algo apartados. Por las mañanas, antes de irme, platicábamos un poco en la cocina; ella preparaba el desayuno para todos y por las tardes la comida. Cenábamos todos juntos y por la noche a veces veíamos algo en la tele de la sala. Pese a que me excitaba muchisimo la idea de llevármela a la cama, no podía pensar en alguna situación que concluyera de esa manera. Algunas ocasiones, mientras preparaba el desayuno en piyama, nada sugestivas, por cierto, me sorprendió mirando su trasero o su escote, a lo que solo sonreía sin inmutarse. Y siempre me quedaba petrificado por la vergüenza y solo salía de ahí. Quería acercarme a ella, pero cuando lo intentaba terminaba apenado y balbuceando como niño. Y se que ella lo notaba.
    
    Ya por las noches me ponía a “planear” como seducirla o al menos atreverme a hacer algo, pero nunca pude concretar nada. Era mi tía y de cierta forma había una barrera que me impedía seguir; sabía que estaba mal, y por lo mismo me reusaba a ...
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