1. Ángel de Florencia 3: Diosa de porcelana. Mi primera esclava


    Fecha: 15/11/2019, Categorías: Incesto Autor: VenoMaliziA, Fuente: CuentoRelatos

    ... con lo que ordené, pero confío en que te guste.
    
    Me giré a mirarle y me zampó un buen beso, rozando apenas con los dedos allí abajo.
    
    -Y el detalle de las bragas ha sido espectacular. Casi me dan ganas de cambiar el plan y follarte aquí dentro a siete pisos de altura.
    
    A mí no me sonaba mal, pero me soltó tan tranquilo dejándome con las ganas, justo un momento antes de que las puertas se abrieran. Salimos al pasillo de la octava planta y llegamos a nuestro destino: una habitación enorme al final del pasillo.
    
    Con un movimiento rápido, pasó la tarjeta por el lector y la puerta se abrió.
    
    La habitación era realmente preciosa. La decoración era antigua y recargada, la alfombra gruesa y mullida. La cama era una maravilla adoselada, con gruesos postes de madera tallada y llena de almohadones. Y al oírle chascar los dedos, una joven vestida de doncella victoriana apareció desde una puerta lateral.
    
    -Tenemos hasta una sirvienta?
    
    -Tienes. Es tu regalo. Puedes hacer con ella lo que se te antoje. No va a negarse a nada -recalcó el nada con cierto énfasis-.
    
    Cambió uno de los sillones de posición y se puso cómodo mientras yo miraba a la (mi) doncella sin dar crédito.
    
    Era muy hermosa. Enormes ojos azules y un largo cabello castaño, sujeto con una diadema y la cofia. Unas formas voluptuosas y agraciadas bajo el uniforme de época. Nos miraba a los dos con esa expresión que conozco tan bien. Dos gemelos casi idénticos, pálidos, de pelo muy negro y ojos muy verdes. Debíamos resultarle tremendamente atractivos.
    
    Su mirada encontró la mía, y agachó la cabeza. Parecía nerviosa, deseosa de agradar, con las manos cruzadas sobre el regazo. Me gustaba aquel rostro inocente, dispuesto a obedecer.
    
    -Desnúdate -le ordené con el tono seco de mi hermano- fuera todo. No puedo ver bien mi juguete con tanta ropa.
    
    Me quite los tacones y los dejé a un lado, y me senté (o más bien me dejé caer) en la mullida cama. Ella se desabotonó el vestido y dejó que bajase hasta el suelo, resbalando por su sedosa piel blanca, manteniendo la mirada baja.
    
    Un cuerpo menudo y frágil, con unos pechos enormes y un bonito culo redondo. Era la imagen misma de la indefensión, sumisión completa, de la que despierta un hambre atroz. Deseaba someterla por la fuerza, morder esa piel preciosa y suave, hacerla gemir y retorcerse, jugar con ella, hacerla suplicar.
    
    -Es toda tuya -susurró Allessandro desde su sillón, complacido por mi expresión- Diviértete.
    
    Me gustaba mi regalo. Me sentía como un Allessandro en miniatura.
    
    Decidí empezar por examinar su largo cabello castaño. A un gesto mío, se acercó a la cama. Me alcé lo justo para quitarle diadema y cofia a la vez, saboreando el ligero perfume que desprendía. Vainilla. Un aroma cálido, pegajoso y dulce. Toda ella olía como un pastelito.
    
    Su larga melena llegaba hasta la mitad del trasero, tenía esa clase de pelo que podrías pasarte la vida trenzando, sólo por jugar con él. Se escurría de entre los dedos. Bajé las ...
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