1. Lo siento, abuela (2)


    Fecha: 13/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Hidden Words, Fuente: TodoRelatos

    ... probablemente también sentía culpa…y miedo. Miedo a no poder controlarme…ni controlarse a sí misma.
    
    Deseos reprimidos, morbo, rememorar su juventud, sentirse libre al fin. Probablemente existían muchas razones detrás de ese acto salvaje.
    
    Sentía pena, pero también rabia y confusión. Mi deseo seguía latente cada día, sufría erecciones cuando le miraba el culo y mis fantasías se desataban cuando usaba esos vestidos con escote que dejaban ver parte de ese par de tetas que no había tenido tiempo de probar.
    
    La angustia me estaba afectando y pensaba que era el único que tenía que lidiar con ella. Era injusto. Tenía que recordar que yo también estaba de vacaciones y merecía pasar esos días en paz.
    
    Entonces, decidí liberarme. No iba a sentir más culpa por consumar un deseo carnal mutuo.
    
    Al cuarto día, las cosas iban un poco mejor. Mi abuela se había levantado de buen humor. Preparamos el desayuno y comimos juntos. Las conversaciones y risas solo eran interrumpidas por pequeños y cómplices silencios. No queríamos hablar del tema, ninguno de los dos, pero seguía ahí, espeso en el aire. Se sentía como una bomba de tiempo.
    
    Nuevamente la rutina del baño. La ayudé a entrar a la bañera, terminó y la ayudé a salir.
    
    La dejé en su habitación y me devolví al baño a orinar. Cuando iba saliendo, la vi. Durante estos tres putos días había cerrado la puerta para vestirse y hoy no. Justo hoy no. Ella sabía que yo me había desviado al baño, estaba frente a su cuarto al final del pasillo, era imposible que no me viera.
    
    Yo la veía entera, de pies a cabeza.
    
    Ver ese cuerpo curvilíneo de mujer madura, ese culo hermoso, sus piernas gruesas, sus caderas prominentes, una cintura pequeña para su edad, esas tetas firmes siendo manoseadas por la toalla, me la puso durísima.
    
    El hambre irrumpió en mí. Le podía sentir en mis huevos.
    
    Dudé un momento, pero decidí arriesgarme. “Es ahora o nunca”, me dije. Me quité toda la ropa y la dejé en el suelo del pasillo. Me acerqué sigilosamente hasta la puerta, como un león acechando a su presa, y entré.
    
    —¡Fernando! —dijo cubriéndose con la toalla—. ¡¿Qué haces aquí?!...¡¿y así?! —me recorría entero con la mirada.
    
    No le dije nada, solo me acerqué.
    
    Tomé a mi abuela por las caderas, la atraje hacia mí y la besé. Un beso apasionado que, gracias a Dios, fue correspondido.
    
    —No…esto está mal…—decía entrecortado mientras fundíamos nuestras bocas. Yo no decía palabra alguna.
    
    Sentía la menta del sabor de su boca, el calor de su lengua, el perfume de su piel. Electricidad y emoción.
    
    Sucumbió a la tentación y me abrazó por el cuello. Su mano se posaba en mi nuca. Quité las manos de sus caderas, tomé la toalla que se interponía entre nosotros y la retiré. Cayó a sus pies y quedamos completamente desnudos, frente a frente, besándonos como dos amantes que se vuelven a encontrar después de años.
    
    La cabeza de mi pene se aprisionaba contra su pubis y el cuerpo reposaba entre los blancos pelos de su ...