1. Pasos en la noche 3


    Fecha: 12/11/2019, Categorías: Incesto Autor: Virjal, Fuente: TodoRelatos

    ... como si tanto placer la hubiera dejado agotada.
    
    Me puse de pie de nuevo y compartimos el beso más lindo que había tenido hasta la fecha.
    
    —Debí visitar este puto pueblo desde hace mucho —me susurró, aun jadeante y satisfecha.
    
    La vi cerrar la cortina de la ducha antes de que yo cerrara la rechinante puerta del baño.
    
    Papá estaba en el establo. Estaba peinando a nuestro caballo, Chispa, con aire distraído. Me vio llegar desde la casa.
    
    —¿Ya se acomodó tu amiga?
    
    No dije nada. Cerré la puerta detrás de mí y lo empujé hacia atrás. Él, contrariado, estuvo por regañar mis acciones. Sin embargo, se contuvo al ver que me desataba el vestido y lo dejaba caer. Mis bragas también se fueron. Sobre uno de los postes de los corrales me incliné y abrí las piernas.
    
    —Te necesito ahora. Con Lidia en la casa no sé cuándo me podrás coger de nuevo.
    
    El rio mientras se abría el pantalón.
    
    —Mi hija es una putita. Siempre estás ansiosa por una verga.
    
    No, no lo era. No siempre deseaba algo penetrándome. Lo que me gustaba era tal vez la fuerza con lo que lo hacía, la sensación de ser propiedad de alguien. Pero por desgracia, mi dueña, mi verdadera dueña, estaba dándose un baño. Debía conformarme con el hombre que por años poseyó mi cuerpo, me dio una hija y sacia mis necesidades sexuales.
    
    Su verga entró sin ninguna consideración. No importaba porque yo ya estaba demasiado mojada. Llegó hasta lo más adentro. Me sacó el aliento con la primera embestida y con la segunda casi me hace caer. Tomó velocidad de inmediato. Él era un hombre, un macho penetrador. Un semental que no temía saciarse con su hija. Me tenía sujeta de las caderas mientras mis gemidos inundaban el lugar. Para sofocarlos me introduje un par de dedos en la boca. El sabor de lidia inundó mi boca al instante.
    
    Dios. Mi padre me follaba como yegua en el establo mientras lamía los fluidos de la mujer que me había enamorado desde hacía años. Incesto y homosexualidad. Yo era la mayor pecadora. Me deleitaba con aquel sabor mientras mi padre ensanchaba el canal húmedo por el que mi hija había salido. Nuestra hija. Nunca debía olvidarlo. Él era su padre, al igual que el mío. Cristina no lo sabía. ¿Qué pasaría al enterarse? ¿Se asquearía al saber su pecaminoso origen? ¿Guardaría el secreto? ¿Nos abandonaría?
    
    —Debería preñarte de nuevo, puta —dijo mi padre entre jadeos.
    
    ¿O buscaría ser parte de esta vida de pecado? ¿Se justificaría con argumentos seudocientíficos, de esos donde los viejos pervertidos dicen que el incesto es algo natural y demás locuras? Tal vez se masturbaría con el morbo. Yo lo hacía. Me gustaba ver a mi propia hija y frotarme el clítoris al pensar que ella era el fruto de una noche donde aparté mi ropa interior para recibir el semen de mi padre. Él me cogió como lo estaba haciendo en ese momento.
    
    Sólo que en aquel momento no había tenido el sabor de Lidia en mis dedos. Aquella vez sólo había tenido acceso al recuerdo de sus besos, de sus caricias y del breve ...