1. Las mejores mamadas son en familia


    Fecha: 09/11/2019, Categorías: Gays Autor: Machi, Fuente: TodoRelatos

    ... un enano. Bajé sus calzoncillos hasta la rodilla e instintivamente posé mis manos sobre sus glúteos. ¡Joder, qué duro tenía el culo el cabrón! Se veía que el muy cabrón le había cogido el gustito a eso de las sentadillas del gimnasio y se le habían puesto duro como una piedra.
    
    Sin esperar respuesta por parte de mi pariente, me saqué de cuajo el vibrante cincel de la boca y como si mi primo fuera un muñeco, le di la vuelta y coloqué su vigoroso trasero frente a mi cara.
    
    ¡Aquel culo merecía esculpirlo en mármol y ponerlo, por lo menos, en el Coliseo griego! Su redondez y dureza era fuera de lo común, carente de pelo a excepción de una pelusilla negra que brotaba de su agujero a modo de pequeñas hormiguillas. Apoyé mis manos sobre los dos pequeños balones de carne e introduje mi lengua en el oscuro agujero. Mil sensaciones bulleron en mi interior al tiempo que mis sentidos se dejaban llevar por la pequeña orgia de olores y sabores de aquel beso negro. Los gemidos acompasados de Francisco me animaron a apremiarme más en la tarea.
    
    Sin dejar de lamer aquel caliente hoyo, mis manos sacaron mi polla, la cual estaba dura y caliente como una piedra al sol.
    
    No sé cuanto tiempo estuve lamiendo aquel ardiente orificio, de vez en cuando paraba y observaba por unos segundos como escurría, tras su paso por el perineo, la caliente saliva al suelo. La excitante visión me impulsaba a seguir pasando mi lengua por aquella hendidura con mayor pasión si cabe.
    
    Hubo un momento en que Francisco se volvió y mostrándome su tremendo pollón, me pidió en silencio que se lo volviera a chupar. Antes de meter aquel poste en mi cavidad bucal lo contemple minuciosamente; podría medir entre veinte y veintidós centímetros (el ojo de buen cubero nunca fue lo mío) y de ancho lo suficiente para que para practicarle una mamada tuviera que abrir mi boca en toda su plenitud. Pero lo que más me gustaba era su piel oscura y las diversas venas moradas que recorrían su tronco. ¡Y sus huevos, sus enormes y peludos huevos me encantaban! ¡Qué bien había servido la madre naturaleza a mi primo Francisquito!
    
    Comencé chupando delicadamente su sonrosado capullo, pasando la lengua por los pliegues de este. Supuse que lo debía estar haciendo de escándalo pues sus suspiros sólo cesaban de vez en cuando y para decirme, entrecortadamente, que no parara.
    
    Me la tragué entera hasta que mi campanilla sirvió de tope. Soporté las pequeñas arcadas como pude. La saqué durante unos segundos, un pequeño río de babas brotaba se su punta y de una manera indecorosa lamí y me tragué la libidinosa mezcla de sus fluidos con los míos.
    
    Reanudé la mamada y esta vez con más ímpetu. Hice por momentos de mi boca, el hábitat de su verga. Mi mano derecha se aferró a mi polla y mi izquierda vagaba entre su trasero y sus testículos. El frenesí se apoderó de mí. Mis labios friccionaban aquel enorme cipote a la vez que acariciaba su cuerpo y me hacía un pajote de mil demonios. Cuando mi primo dijo la consabida ...
«12...6789»