1. Las mejores mamadas son en familia


    Fecha: 09/11/2019, Categorías: Gays Autor: Machi, Fuente: TodoRelatos

    ... Demasiado serio diría yo.
    
    —¿Tú eso no lo habrás comentado con nadie?
    
    —No, porque me castigan sin tele… —Conteste jocosamente, intentando quitarle importancia al tema tan espinoso que había tocado.
    
    —Te creo hombre... ¡No sé ni por qué coño te he preguntado!
    
    —¿Para no contestar a mi pregunta quizás?—A decir esto le hice burla.
    
    Mi primo permaneció en silencio unos segundos.
    
    —La verdad es que no lo sé, pero desde que descubrí lo que se traían entre manos mis hermanos. Me dio por llamarlo el “juego de los médicos” y sin querer busqué paralelismos entre aquello y las cosas que me hacían cuando me ponía enfermo.
    
    —Pues yo me lo creí todo a pies juntillas, pues para mi eras un espejo donde mirarme.
    
    —Y yo lo sabía. No quería dejar de ser tu primo preferido por nada en el mundo. Máxime, cuando eras el único que me considerabas alguien importante y me hacía caso.— Francisco no pudo evitar emocionarse —No tengo que recordarte que en la escuela por lo torpe que era con los estudios y por aquello de vivir en el campo, me tenían por una especie de baturro. Eran tan crueles que hasta me tenían puesto el mote de “Macario”.
    
    —Sí, los hay que para sentirse mejores necesitan demostrar que los demás son peores que ello— Dije de forma tajante e intentando no ponerme muy serio.
    
    —Cómo no quería que tú terminas pensando lo mismo que los demás, cuándo no sabía algo me lo inventaba. —Se excusó mi primo, dejando entrever cierto matiz de culpabilidad.
    
    —Sí, de eso de que cuando no sabías algo te lo inventabas, no me cabe la menor duda —El retintín de mi voz era evidente—. Si casi me causas un trauma con lo de las dichosas pajas...
    
    El rostro de mi acompañante se iluminó con una inmensa sonrisa, la alegría brillaba hasta en sus ojos.
    
    —¡Ahí estuve “sembrao”! —Mi primo no podía contener la risa—No tenía ni puta idea de que era una paja pero como yo veía al “Facu” hacer esas cosas en el pajar, asimilé lo de la paja con el pajar y ni corto ni perezoso, fui y te lo enseñé.
    
    —No veas tú, la empanada mental que me monté cuando creí que los niños de mi pueblo lo que hacían era eso. “¿Dónde metían la oveja?” me preguntaba.
    
    —Lo mejor fue cuando creíste que se podía practicar con cualquier animal y pensaba que tu hermano cogía a tu perrita para hacer esas cosas.
    
    Nuestras carcajadas llenaron el aire por un momento tras el cual mi primo, con esa generosidad inherente, cambió su semblante y me dijo con una actitud bastante más seria:
    
    —¿Tuve que ver algo en cómo eres?
    
    Sus palabras fueron como un jarro de agua fría. Me quedé pensativo sin saber que decir, tras unos eternos segundos de reflexión, lo miré con mi talante más formal y le dije:
    
    —¿No pensaras eso en serio?
    
    Una leve afirmación con la cabeza fue la única y simple respuesta de mi primo.
    
    —¿Tú estás tonto? No soy psicólogo, ni tengo idea que es lo que lleva a una persona a tener unas predilecciones u otras. Pero está claro que nuestros juegos infantiles fueron simplemente eso: ...
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