1. Mi perversa madrastra (9)


    Fecha: 14/10/2019, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... cosas. Pero como te digo, lo va a querer hacer porque se siente obligada. Pero es al pedo. Solo necesito descansar y que me hagan controles, y mañana o pasado ya estoy en casa. En las valijas tenía un montón de cosas, así que no necesito que me traigan nada. Ahora voy a hablar con ella, y le voy a decir que no hace falta que vuelva. En el avión le agarró jaqueca, así que ella también debe estar necesitando descansar. Así que llevala a la casa, pichón. Llevala y si se retoba y quiere volver, explicale que es al pedo.
    
    —Está bien, yo me encargo —dije.
    
    Salí al pasillo y Ana Laura se metió a ver a papá. Esperé quince minutos hasta que por fin salió.
    
    —Vamos —dije.
    
    Me miró de reojo, con recelo. Probablemente había adivinado lo que papá me había pedido. Pensé que me iba a decir que prefería pedir un taxi que la llevara, pero por lo visto eso sería tan absurdo que no se molestó en plantearlo. Guardamos las valijas en el baúl y otras en el asiento de atrás. Ella se sentó en el asiento de acompañante.
    
    —Por suerte salió todo bien —dije, solo por decir algo.
    
    Había olvidado que mi madrastra era una gran economizadora de palabras. Por lo visto no consideró que mi comentario mereciera una respuesta. Ni siquiera se molestó en largarme una mirada de desdén.
    
    El ambiente no tardó en ponerse tenso. Era la primera vez que estábamos solos desde que habíamos cogido, y el hecho de que estuviéramos en unas circunstancias muy particulares no hizo que aquella revolcada que nos habíamos dado en el sillón quedara al margen. Sin embargo, no la notaba tan a la defensiva como había imaginado que estaría.
    
    Traté de ocultar mi deseo sexual, el cual, a pesar de las circunstancias, estaba más presente que nunca. Había pasado casi un mes y no habíamos vuelto a tener intimidad. Sentí cómo mi verga se hinchaba solo de sentir su perfume en el mismo espacio que yo. Y sin embargo hacer algo ese día iba a ser algo muy bajo, incluso para mí.
    
    Llegamos a casa. Sacamos las valijas del auto. En ese momento Ana Laura pareció temer que iba a meter mano en ella, como lo hacía siempre que se presentaba una oportunidad. Pero a pesar de que la distancia que había entre nosotros en un momento se había achicado tanto que bien podría manosearla, no lo hice.
    
    El efecto causado fue el que esperaba. Ahora mi madrastra estaba incluso menos perseguida que antes. Habría de pensar que tenerlo al viejo en el hospital contenía mi locura. Pero ni yo mismo estaba completamente seguro de eso. En ese momento me prometí que concretaría lo de mi mudanza a un departamento de papá. Pero ahora quedaba toda la noche por delante. Iba a ser una noche muy dura.
    
    —¿Tenés hambre? —le pregunté.
    
    —No. Voy a descansar. Mañana quiero ir temprano a ver a Anibal —respondió ella.
    
    Por suerte no necesité convencerla de no volver a la clínica. La ayudé a meter las valijas en su habitación. También ahí me cuidé de no tocarla, a pesar de que cada vez se me hacía más difícil.
    
    La dejé en su dormitorio. ...
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