#13 orgía en el baño turco - Relatos Eróticos

#13 orgía en el baño turco

En cuestión de segundos sucedieron dos cosas. El tórrido ambiente del hammam se suavizó. Al quedar la puerta abierta de par en par la cargada atmósfera concentrada se renovó de aire frío. Cosa que nosotros y en especial nuestros pulmones agradecimos. La segunda, que la pequeña estancia, por el contrario, se abarrotó de un nutrido rebaño de sementales germanos rezumando más testosterona que los bueyes almizcleros en época de apareamiento.

–Pero qué cojones. –Fue el primer pensamiento que a duras penas exterioricé. Mientras la primera reacción de Pau fue colocarse a mis espaldas en un intento de cubrir su increíble cuerpo desnudo, Lucía fue directamente hacia ellos.

–Joder, ya tardaban. – Se quejó Lucía en voz alta.

–Los ingleses, los ingleses son los puntuales. Los alemanes son los… organizados –Comentó Pau por decir algo, sin lograr quitarse todavía el pasmo de encima.

–Bueno qué más da. No tengo muchas expectativas en que sepan organizarse tampoco. –Reprochó en voz alta Lucía.

Pau y yo nos mirábamos desconcertados. Que Lucía estaba detrás de todo esto, no nos quedaba ninguna duda. Qué coño iba a pasar… solo lo sabía esa increíble diosa con la que compartía mi vida.

En total conté ocho germanos. Alguno arriba o abajo. Entendedme, la agitación del primer sobresalto, la gran cantidad de vapor de agua edificada en el hammam, y que se diferenciaban entre ellos lo mismo que dos muffins de chocolate del Starbucks, hace que debamos tomar este recuento por aproximado. Al margen de eso, su enaltecimiento inicial, esa fuerza de grupo con la que habían entrado en escena se acalló como si hubieran caído literalmente en la dichosa poza de contraste que había a escasos metros, cuando Lucía los fue cogiendo uno a uno de la mano y colocándolos en una especie de semicírculo. Sus caras de asombrosa excitación eran todo un poema. Incluidas las de nuestros antiguos invitados, que habían repetido tique para el espectáculo. Estos dos fácilmente reconocibles por el encendido color rojizo de piel como resultas del anterior episodio producido hacía escasos minutos. Sinceramente he visto gambas cocidas con colores más desvaídos. Se miraban furtivamente entre ellos buscando alguna explicación del momento. Alguno que otro soltaba algún palabro germano que incitaba a una breve risa acallada. El anfiteatro se había erigido. Lucía estaba en mitad del escenario. Pau y yo, de nuevo, teníamos las mejores butacas de la función. Fila cero.

Mi compañera y yo nos sentamos en la misma bancada donde habíamos disfrutado el uno del otro hacía escasos instantes. A pesar del abrasador ambiente, todavía se podía percibir nuestro calor impregnado en esa suerte de butaca. Pau se sentó pegada a mi lado. Cruzando una de sus piernas sobre las mías, y uno de sus brazos abrazando mi cuello. Sentía la calidez de su sudor impregnando mi piel. Su húmeda melena en mis hombros. Expectación. Las luces del cine acababan de apagarse.

NdA. Para ahorrarnos tiempo, y no resultar ...