1. Súbete la falda


    Fecha: 29/09/2019, Categorías: Incesto Autor: VictoriaSG, Fuente: TodoRelatos

    ... segundos. Enseguida me agarró por la cintura y me devolvió todos los besos, abrió su boca para mí y dejó que mi lengua pasara. No hay hombre, por muy enamorado que esté, que se resista al calor de una jovencita, y menos si su querida esposa no le corresponde en la cama.
    
    Nos sentamos en el sofá a devorarnos. Nos besábamos por todas partes mientras nos tocábamos por encima de la ropa. Él no apartaba una mano de mi teta izquierda y la otra la colocó sobre mi muslo derecho, a pocos centímetros de mí rajita desnuda, pero sin atreverse a ascender. Yo posé mi mano entre sus piernas, primero como punto de apoyo, después lo empecé a masturbar lentamente. Conforme sus besos iban a más y su pasión se derbordaba, yo aumentaba la velocidad. Al final se quedó quieto con los ojos cerrados, esperando el orgasmo. Lo pajeé con fuerza hasta que vi una mancha enorme en el pantalón. Tras correrse volvió a meterme la lengua hasta el fondo. Después se bajó del sofá, me dio la mano, me guió hasta su habitación y me empujó hacia la cama.
    
    - Ponte a cuatro patas.
    
    - Lo que tú ordenes, puedes hacer conmigo lo que quieras.
    
    - Súbete la falda.
    
    - Claro, papi. Pero no tengo nada, solo lo que tú me quieras meter.
    
    Me relamí esperando un pollazo, pero lo que noté fue su lengua recorriendo la escasa distancia entre mis dos agujeros. Pasaba de la vagina al ano sin dar más importancia a uno que a otro. Dedicaba el mismo empeño a cubrir de saliva tanto el culo como el coñito y a follármelos con su lengua. Pensé que lo hacía para recuperar energías y una nueva erección con la que empotrarme, pero realmente estaba disfrutando proporcionándome sexo oral. Teniendo en cuenta que a su mujer solo le interesaba quedarse preñada, es muy probable que llevara mucho tiempo sin comerse un chochito y menos uno tan tierno como el mío.
    
    Agarrando bien las dos nalgas y abriéndolas de par en par, subía y bajaba dándome descargas de placer por ambos lados. En el orfanato como mucho nos podíamos permitir un polvo rápido, así que nunca me lo habían comido, era una experiencia nueva y maravillosa. Conforme se acercaba el clímax, yo movía mis caderas, golpeando mis partes íntimas contra su cara. Él decidió que había llegado el momento de absorver con fuerza mi clítoris a la vez que introducía la punta de su pulgar en mi culito virgen. La combinación de aquellas dos acciones desató un temblor de piernas que culminó en un orgasmo brutal, me corrí a chorros.
    
    Me sentía exhausta pero feliz y satisfecha, pero aun así quería más. Necesitaba sentirlo dentro de mí, darle tanto placer que le resultara imposible no adoptarme, o sustituir a su mujer por mí, lo que fuera, pero quería seguir a su lado.
    
    - Fóllame, Saúl, soy tu niña.
    
    - No, por hoy es suficiente.
    
    - Pero volveremos a hacerlo, ¿no?
    
    - Sí, porque ya sé qué puedes darme algo que mi mujer no puede.
    
    - ¿El qué?
    
    - Hijos.
    
    Continuará... 
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