1. Secuestro y violación de Nina (12), Capítulo V


    Fecha: 15/09/2024, Categorías: Dominación / BDSM Hetero Autor: DarioCodomano, Fuente: SexoSinTabues30

    ... pero no podía. Por lealtad al Jefe y porque él seguro me estaba mirando en ese momento, siempre celosísimo con sus putas.
    
    (Semana 4) A partir de allí, se instaló una tónica cuyo mensaje Nina, una niña muy inteligente, supo desentrañar enseguida: después de ser cogida salvajemente por el Jefe (en alguna ocasión durante un día entero), recibía una cena opípara. Al otro día recibía un gran desayuno, y un muy buen almuerzo. Luego el volumen y el sabor de las comidas se iban degradando, hasta tenerla un día o un día y medio sin probar bocado. Entonces, ella sabía que el Jefe iba a llegar en su momento de mayor debilidad física y se la iba a coger sádicamente. Al poco tiempo de esta secuencia, podía percibir en su cara la mezcla de hambre, miedo, deseo y gula de Nina, que sabía que después de recibir una paliza sexual iba a ser premiada por su ignoto cuidador (su ignoto y enamorado Mayordomo) con comidas y hasta postres que la deleitaban: todavía no dejaba de ser una niña, y le encantaban las milanesas, los helados y las porciones de torta de sabores variados (y generalmente de furibundos efectos sexuales). De hecho, si se me permite la digresión, a veces el Jefe me cagaba a pedos porque, en períodos en que él no podía llegarse hasta el Aguantadero a cogérsela, yo le administraba Gotexc sólo para deleitarme observando cómo perdía el control. Todo estaba tan exquisitamente calculado que la niña jamás sospechó, hasta donde se podía ver, que sus súbitos desenfrenos se debían a las Gotexc, con su efecto retardado, prolongado y que se potenciaba si se administraba nuevamente cada dos o tres horas. Por otro lado, Nina aprendió pronto a temer los humores del Jefe, que se vengaba de cada desazón o presión de su vida de mafioso haciéndola sufrir. Un día, de la nada (él la había cogido duramente y Nina se había quedado con la conchita destruida pero con una sonrisa de éxtasis, su rostro y manito izquierda apoyadas en el pecho peludo y sudado del Jefe: al Jefe no le gustó en absoluto verla así, gozando y tranquila), comenzó a retorcerle los pezones cada día más grandes y regordetes hasta hacerla aullar, y luego siguió por los hombritos diminutos, por los brazos tersos e ínfimos, por el vientre de piel translúcida. Ya sentado sobre la colchoneta, la puso cruzada sobre su falda y le siguió pellizcando (en cada caso hasta dejarle lamparones rojos y arrancarle alaridos de dolor) las caderas cada día más anchas, los muslos cada día más carnosos y esbeltos; por último, le sacó media docena de alaridos pellizcándole las nalgas cada día más redondas, paradas y carnosas para demorarse al cabo en arrancarle todos y cada uno de los pelos de la conchita con sus toscos dedos. Cuando empezaron los pellizcones en los pezones, Nina empezó a llorar a gritos y, a preguntar ‘¿Por qué? ¿Pero por qué?’, mirándolo incrédula y sin siquiera atajarse de los furiosos pellizcones. Tras ponerla culo para arriba sobre su falda, sin mirarla, sin dejar de retorcerle una tetita con su mano ...
«1234...»