1. Al viejo de don Margarito le gustan jóvenes


    Fecha: 08/09/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    Conocí a Don Margarito cuando ya vetarro él tenía un hijo de seis años (conocido por el mote del “Chiquis”). En ese entonces era su hijo más chico justamente, pues el hombre tenía ya una docena de descendientes, unos hasta casados y con hijos propios por supuesto. Me asombró, ya en aquel tiempo, que un hombre sexagenario no tuviese empacho en presumir a su hijo que bien parecía su nieto.
    
    En las juntas escolares las mujeres se burlaban de él a sus espaldas diciendo que de seguro el Chiquis era hijo de otro hombre, y que la mamá (que dicho sea de paso era por lo menos treinta años más joven que el Don) se lo había enjaretado al viejo. La Seño era su tercera esposa pues Don Margarito se las daba de galán y conquistador. Más tarde incluso supe que el muy cabrón presumía de tener varias amantes, aparte de sus esposas. Claro que había dinero de por medio pues si hay algo que reconocerle al viejo era que supo hacerse de un buen patrimonio gracias a sus distintos negocios. No por nada de esas señoras chismosas que acudían a las mismas juntas escolares no faltaba quién descaradamente “le lanzara el calzón”, como suele decirse, pues el dinero les llamaba el interés.
    
    El viejo picaba más que adolescente calenturiento; por lo menos eso presumía él.
    
    Eso sí, era un hombre que se encabronaba cuando lo llamaban abuelo. Pues aunque en realidad lo era, como ya he mencionado algunos de sus varios hijos ya eran padres a su vez, este apelativo lo tomaba como mentada de madre si se lo llegaban a decir. Don Margarito era de esas personas que se niegan a envejecer, siempre se quería mostrar vigoroso, enjundioso, y más en lo sexual. Se negaba a considerarse un anciano. Tanto así que, siendo de ojo alegre, ya le había echado el mismo a Mari Paz, una joven que trabajaba como mesera en su restaurant.
    
    La chica no llevaba ni una semana allí y el viejo ya se la quería chingar.
    
    —Usted ya no está para esos trotes —le dije francamente cuando me lo comentó—. Cómo cree que le va a hacer caso una chamaca como así.
    
    Y es que la mencionada se veía de buen ver. Su figura era como de edecán o modelo; quizás no tan bonita de rostro, pero con una figura muy deseable. Se hacía antojable, deliciosa. Silueta bien delineada, formada por un par de piernas morenas cuyos muslos (bien carnosos, hay que decir) conducían la mirada a unos glúteos pulposos de generosa carne; cintura finamente delgada; vientre plano; pechos con perfil de gota amamantadora; y una cara con una boca de mamadora innata, por su grosor y forma.
    
    La verdad yo sí me echaba mi buen taco de ojo cuando iba al restaurante de Don Margarito, pero hasta ahí. Bien sabía que la chamaca ya era casada.
    
    —Vas a ver que sí me la chingo —me afirmaba don Margarito con total seguridad.
    
    —Ya estamos algo mayores para una joven así —le decía incluyéndome, para que no me lo tomara a mal—. Está muy polluela.
    
    —¡¿Estamos...?! —Dijo el Don, ofendido en lo más hondo—. ¡Lo estarás tú, pendejo! —todavía me dijo—. Yo me echo ...
«1234...7»