1. Lo siento, abuela (1)


    Fecha: 08/09/2024, Categorías: Incesto Autor: Hidden Words, Fuente: TodoRelatos

    ... preocupada de su imagen. Además, debo reconocer, lo había hecho un par de veces en la pubertad, así que conocía su estilo de lencería.
    
    Pasaron varios segundos donde dudé hasta que me decidí. Me bajé los pantalones, me senté y las comencé a oler. El aroma del coño de mi abuela me embriagó. Las tocaba, lamía y refregaba en la cara. Sentir su sabor en mi boca me provocó una erección como roca. Me las envolví en la polla y comencé a agitar.
    
    Después de unos minutos masturbándome, no pude más, miré al techo y comencé a descargarme en las bragas de mi abuela. No sirvieron para contener los chorros de esperma que se me escapan de la tela y caían en el piso y el retrete. Debí hacer ruido, porque cuando estoy limpiándome, sentí pisadas afuera del baño que torpemente se alejaban hacia el cuarto. La puerta no había quedado cerrada del todo. Era ella. “¿Cuánto tiempo estuvo allí? ¿Me habrá visto?”. Con vergüenza, rápidamente dejé las bragas estropeadas donde las encontré y salí del baño rumbo al primer piso. Me sentí un poco mal, pero estaba tan cansado por el viaje, la limpieza y la paja que caí muerto en la cama.
    
    ***
    
    Al día siguiente, todo normal. Le llevé el desayuno y comimos juntos. Conversamos un rato y noté que algo le pasaba cuando se quedaba en silencio.
    
    —¿Qué ocurre, Abu?
    
    —Anoche, hijito, fui al baño y me dolió la rodilla. Creo que di un mal paso.
    
    —Pero Abu, tienes que llamarme para ayudarte. Para eso estoy acá.
    
    —Es que vi que estabas ocupado ayer y no te quise molestar —esbozó una pequeña sonrisa. Me debí poner rojo de la vergüenza.
    
    —Tranquilo hijo, es normal a tu edad…además, no es la primera vez que encuentro mi ropa así —era verdad, debí ensuciar cada una de sus bragas.
    
    —Bueno —intenté desviar la conversación— acuéstate y ponte cómoda, para aplicarte la crema que te recetaron para la inflamación.
    
    Procedí a esparcir la crema por su pierna. Subía y tocaba su muslo izquierdo, firme para su edad. Mientras conversábamos, no podía evitar a ratos mirar por debajo de su camisón. Ahí estaba. Todo lo que deseaba. La calentura me mataba por dentro. Seguía esparciendo. Me imaginaba arrancando sus bragas hasta las rodillas para dejar al descubierto ese coño y volver a sentir su sabor. Recordaba el perfume de anoche. Debí mirar embobado por un buen rato, porque noté que ella juntaba las piernas. Sus mejillas estaban rojas, las mías también.
    
    —¿Qué miras tanto?, ¿se te perdió algo? —sonrió coqueta.
    
    —Lo siento, es que…
    
    —Pero hijo, ¿cómo vas a estar mirando a una vieja como yo?
    
    —No digas eso, Abu, eres muy linda.
    
    —Bueno, agradezco el cumplido, jaja. Desde tu abuelo que nadie me miraba así.
    
    —¿Segura?, ¿y el vecino Mario? —sabía que había algo entre ambos.
    
    —¿Ese viejo?, seguro que no se le revive ni con la pildorita azul.
    
    Nos reímos un rato, le dije que descansara y que me iría a limpiar.
    
    Muchas cosas pasaron por mi cabeza durante esa mañana. Me asaltaban las mismas preguntas por el incidente del baño, ...
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