Mi hermana gemela - Relatos Eróticos

Mi hermana gemela

... con la disculpa de que nos molestaba el ruido. Nunca se llegaron a imaginar nuestros padres lo que hacíamos.

Pero lo mejor era por la noche. Mis padres siempre dormían con la puerta de su cuarto cerrada, incluso con el pestillo echado casi siempre. Seguramente lo hacían por miedo a que entráramos alguno en su cuarto cuando iban a follar. Esto nos daba una seguridad grande, porque en caso de salir alguno de la habitación harían ruido y eso nos daría tiempo a recomponernos los pijamas y exponer una disculpa pactada de antemano.

Nunca encendíamos la luz cuando nos juntábamos y hablábamos en susurros, lo cual nos confería una intimidad mayor. Yo le tocaba a ella y ella me tocaba a mí al mismo tiempo. Un día me pidió que la acariciara la raja con la punta del pene y nos dio tal morbo y placer que nos corrimos casi al instante. No nos veíamos pero los jadeos eran inequívocos.

Al día siguiente me contó que cuando fue a lavarse al baño tenía el pubis cubierto de mi jugo, como llamábamos al semen. Lo había olido muchas veces antes, pero en esa ocasión recogió un poco con el dedo y se lo llevó a la boca. Era la primera vez en su vida que probaba el semen y le gustó tanto que se excitó pensando cómo sería recibirlo directamente de mi pene, como si fuera una tetilla de las que se utiliza para dar de comer a los bebes. Solo pensándolo tuvo que masturbarse para calmar la quemazón que apareció entre sus muslos. Era la primera vez que se masturbaba ella a sí misma. Fue puro instinto.

A partir de ese día, empezamos a indagar preguntando a los amigos y estos a sus hermanos mayores, e incluso alguno a sus padres. El caso es que en una semana teníamos más información verbal de la que podíamos racionalizar. Gladys, una compañera de clase nos facilitó una especie de fotonovela porno editada en Suecia, que se convirtió en nuestro manual de aprendizaje sexológico.

Por primera vez vimos practicar sexo oral. Nos miramos los dos y asentimos. Dejamos el libreto a un lado y me bajó los pantalones hasta las rodillas. Cuando se metió el pene en la boca y me pasó la lengua por la punta, creí que me moría. Se la fue metiendo poco a poco cada vez más y yo viendo como desaparecía la polla dentro de su boca, me corrí sin ser muy consciente de lo que hacía. Era la primera vez que Manoli se tragaba mi semen. Y la encantó.

Acto seguido se incorporó, se levantó la falda y se quitó las bragas. Se tumbó boca arriba con las rodillas separadas tanto como pudo y yo coloqué mi cara entre sus piernas dispuesto a comérmela entera.

Al principio solo metía la lengua, lo que le proporcionaba un placer inmenso. En cuanto descubrí que al hacérselo en el clítoris casi se le saltaban las lágrimas, ya solo me ocupé de esa parte. Se corrió en mi boca por partes. Primero tuvo un orgasmo que la dejó con ganas de seguir y me sujetó la cabeza para que no me retirara. El segundo fue bestial. Empezó a retorcerse cogiéndome de los pelos y restregándose mi cara sobre el pubis. Cuando nos ...