1. De Juan a Nita


    Fecha: 26/09/2019, Categorías: Gays Autor: Elalcalde, Fuente: SexoSinTabues30

    ... llegar a mi ombligo. Allí se sujetó para hacer palanca con su cuerpo e irse colocando. Me dejé resbalar para quedarme boca abajo. Era mi aceptación de sus condiciones, la aceptación de su derecho a roce. Me ofrecía, rendido, vencido.
    
    El día fue normal. Me seguía sintiendo avergonzado e impotente, asqueado por mi falta de fuerza para resistirme. Pero para Pedro aquello parecía normal.
    
    Por la noche, sin más, me dijo.
    
    Lo entendí a la primera. Le había visto llamar Sita a Luis, con el femenino de Luisito. Ahora me lo aplicaba a mí. Nita, del femenino de Juanito. Marcando claramente que a partir de ese momento yo era su “mujer”.
    
    Le seguí. Me poseyó con mucha tranquilidad, alargando la sesión, poniendo de manifiesto su dominio. Luego dormimos, él abrazándome por detrás, posesivo. Luego, con las primeras claridades de la mañana, repitió.
    
    Pasaron cuatro días más. Todos con la misma rutina. Pedro era una máquina de follar. Por la noche y luego por la mañana. Ya no me dolía nada. Había aprendido a aceptarle.
    
    Esa mañana, mientras pescábamos, mi vista volvió a fijarse en su cuerpo y, sobre todo, en su sexo flácido balanceándose de un muslo a otro. Pensé que era una estatua griega. Recordé cómo se la había visto por la mañana, cuando se levantaba erecto y caminaba hacia el agua haciendo ostentación de su poder. Casi sin darme cuenta, imaginé cómo lo tendría cuando nombeaba sobre mí.
    
    No puede evitar la excitación. Intenté ocultarla volviéndome un poco hacia el otro lado. Pero Pedro se había dado cuenta. Volvió a saltar el río para ponerse a mi lado.
    
    Sentí un calor adicional en mis mejillas. La mano de Pedro cogió la mía y la posó sobre su polla.
    
    El contacto en mi mano hizo que mi excitación creciera aún más, ya totalmente incontrolada. Y el notar su carne endureciéndose hizo que aumentase también el calor en mis mejillas.
    
    Me sorprendí riendo tontamente mientras me apretaba contra su cuerpo. Mi excitación había crecido aún más al ver su polla enhiesta, esperando su momento. Y como una putilla, me di la vuelta para ofrecerme, porque estaba ansioso de sentirle dentro de mi cuerpo.
    
    Oía mis gemidos y no los reconocía como míos. Pero los sentía salir de mi garganta. Y finalmente los gemidos se fueron convirtiendo en gritos de placer mientras me deshacía en un orgasmo tremendo.
    
    Estuvimos aún un buen rato apretados uno contra otro. Dejando que nuestros cuerpos se meciesen para volver a sentir la piel del otro. Parecía que nos costó un esfuerzo el separarnos.
    
    Mi mano resbaló por su pene, de nuevo desfallecido. Seguía caliente y mojado.
    
    Su mano resbaló por el mío, comprobando que se había dado por satisfecho.
    
    Le miré a los ojos. Y noté que me faltaba algo. Que mi odio había desaparecido y ahora no sabía cómo rellenar ese hueco.
    
    Sonreí de nuevo de forma bobalicona. ¿Para qué contestar? El charco de semen que había formado entre las piedras era suficiente respuesta.
    
    Esa noche fue ya muy distinta.
    
    Ya no era un ...
«1...3456»