1. De Juan a Nita


    Fecha: 26/09/2019, Categorías: Gays Autor: Elalcalde, Fuente: SexoSinTabues30

    ... una especie de envidia, porque yo seguía sintiéndome raro andando desnudo por la isla, tal vez porque mi dotación, sin ser pequeña, era de las que esconde casi todo su largo dentro de mi cuerpo. Siempre había envidiado a los que, como Pedro y los negros que había visto en innumerables documentales, conservaban claramente sus atributos en forma.
    
    Luego, las cosas cambiaron.
    
    Me desperté pensando que estaba teniendo una pesadilla. Apenas podía respirar y sentía un peso sobre mi espalda. Intentaba ponerme bocaarriba pero no podía moverme. Tardé en darme cuenta de que lo que me sujetaba era el brazo poderoso de Pedro que me sujetaba el cuello por detrás y que el peso que sentía era su cuerpo sobre el mío, aplastándome contra el suelo de la balsa.
    
    Intenté reaccionar, pero era imposible. Su presa era perfecta.
    
    Empezó a mover su cuerpo. Supe lo que quería rápidamente y mi cuerpo se volvió a agitar buscando liberarse. No pude. Lo único que conseguí fue sentir un fuerte dolor en mi ano, donde Pedro intentaba entrar.
    
    No había más alternativa. Intenté relajarme, pero no lo conseguí. El dolor se unía a la sensación de absoluta impotencia que me embargaba. Y a la sensación de vergüenza que sentí cuando noté su descarga en mi interior después de su bombeo rítmico sobre mi cuerpo.
    
    Luego, de golpe, se incorporó y salió de la balsa metiéndose al mar para bañarse.
    
    Busqué a mi alrededor algo con el que poder matarle. Juro que tenía la firma intención de matarle. No encontré nada. El cuchillo, la pistola de bengalas… todo debía estar escondido en alguna parte, porque en la balsa no había nada.
    
    Salí de la balsa y me metí al mar. El agua salada me hizo daño en mis heridas, produciéndome una quemazón que pude aguantar a duras penas.
    
    Cuando salí, Pedro estaba de pie junto a la balsa. Ver su cuerpo desnudo, con su sexo penduleando entre sus muslos me produjo una arcada que tuve que reprimir.
    
    Se dirigió a mí como si la última hora no hubiera existido.
    
    Acepté que no había más remedio. Yo solo no podría sobrevivir. Fuimos al río. Mientras andábamos río arriba no pude evitar ver cómo su cuerpo musculoso y sin grasa se movía con gracia a pesar de que íbamos descalzos. A mí me costaba un poco más. Pero lo que atraía mi mirada una y otra vez era su sexo: relajado, seguía pendiendo largo y se podría decir que perfecto según los cánones de todos los dibujos que mostraban cómo era un pene.
    
    Recogí una piedra con varias aristas que vi en la orilla del río. Ya tenía un arma. Si le pillaba dormido… Con cada paso, con cada mirada a ese sexo que me había penetrado, mi odio crecía.
    
    Lo fui masticando hora a hora.
    
    Aquella noche no dormí en la balsa. Me fui al fondo de la playa, mi espalda apoyada contra un árbol, pasé la noche traspuesto, sin llegar a dormir, sentado mientras imaginaba una y mil formas de partirle la cabeza con mi piedra, que tenía al lado por si intentaba volver a atacarme. Tiritando de frío.
    
    Al día siguiente el culo me dolía ...
«1234...»