1. De Juan a Nita


    Fecha: 26/09/2019, Categorías: Gays Autor: Elalcalde, Fuente: SexoSinTabues30

    ... menos, pero mi odio al ver a Pedro como si nada seguía creciendo.
    
    La segunda noche tampoco dormí. Pasé el día medio atontado por el sueño, con un cansancio que parecía ponerme pesos en los pies.
    
    Y por la noche caí rendido.
    
    Otra vez su brazo en mi cuello. No podía ser que me hubiera vuelto a sorprender. El sol resplandecía ya en la playa. Me había dormido profundamente. Mi mano buscó la piedra. La encontró y la asió con fuerza. Pero era imposible utilizarla en esa posición. El cuerpo de Pedro estaba quieto, simplemente sujetándome.
    
    Me quedé quieto. Su mano libre bajó por mi brazo hasta mi mano y suavemente fue liberando la piedra de mis dedos hasta que quedó en la arena. Pedro empezó a buscar mi entrada. Le sentía resbalar sobre mi piel buscando la posición perfecta. Empezó a entrar. Esta vez no dolía tanto. La falta de resistencia, como me seguía diciendo al oído, facilitaba las cosas.
    
    Seguí quieto mientras él iba bombeando su cuerpo, cada vez más rápido, hasta descargar en mi interior.
    
    Era verdad que no había tanto dolor. Pero la sensación de impotencia era la misma. Y la sensación de vergüenza era la misma.
    
    Sentí como se ponía de pié y le vi alejarse hacia la playa.
    
    Yo también me lavé en el mar. Al salir y ver su mirada en mi cuerpo, la sensación de vergüenza se acrecentó y noté cómo mi cuerpo intentaba reducirse sobre sí mismo.
    
    Volvimos a pescar. Ese día la pesca fue buena y no tardamos en estar de nuevo en la playa preparando el pescado.
    
    Hacíamos una sola comida al día, ya tirando al atardecer. Por la mañana solo comíamos algo de coco o alguna galleta de las que nos quedaban.
    
    Cenamos cada uno a un lado del fuego. Cuando terminé, me preparé para irme a mi árbol.
    
    Respondí con rabia.
    
    Empecé a alejarme. Pedro insistía.
    
    Seguía rumiando mi odio sentado en el árbol. Hoy la noche era un poco más fría y hacía algo de humedad. Tenía que haber cogido una manta de la balsa.
    
    Era noche cerrada y mis dientes empezaron a castañetear. Tenía frío. Me acerqué a la balsa con mucho cuidado. Oía los ronquidos de Pedro, suaves y rítmicos. Las dos mantas estaban extendidas en el suelo de la balsa y el cuerpo de Pedro estaba sobre ellas. Estuve contemplándole durante mucho tiempo. Me sentía cansado y frío. Una vez más volví a dar vueltas a las palabras que me había dicho. Me rendí.
    
    Me tumbé a su lado. Allí no hacía frío. Su mano se apoyó en mi cadera y me instó a acercarme a su cuerpo. Sentí un asco inmenso por mí, por aceptarle, por arrimarme a su cuerpo hasta estar piel con piel, por dejarme abrazar, por aceptar la indicación de su mano para que me diera la vuelta y ofrecerle mi espalda, por dejarme apretar por su cuerpo, cálido y fuerte.
    
    Me dormí. Solo debía haber sido un rato. Ahora, de nuevo despierto, volvía a sentir todo su cuerpo contra mi espalda. Su brazo me rodeaba. Sentía su respiración en mi nuca. Dejé pasar el tiempo. El sol empezó a llenar de claridad la balsa. Sentí su mano resbalar por mi piel hasta ...
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