Una familia muy unida II - Relatos Eróticos

Una familia muy unida II

... embestidas más por mi parte para sacar hasta la última gota de mi néctar, quedé derrengado y exhausto.

Yasmín, pasados dos minutos se levantó, abandonando la posición de Diosa que había mantenido en los últimos minutos y volvió a besarme antes de hablarme:

- ¿Consideras respondidas tus dudas?

- Totalmente –respondí.

- El domingo es el cumpleaños de mi tío Roel. Él y mi tía Verónica me han invitado a su casa para celebrarlo. ¿Querrás venir conmigo?

- Por nada del mundo me perdería esa fiesta –respondí.

El domingo siguiente pasé a buscar a Yasmín a su casa. Por fin me había dicho dónde vivía y quedamos en que iríamos a casa de sus tíos con un solo vehículo. Yasmín vistió para la ocasión con pantalón vaquero y camiseta, y yo también algo muy parecido, vaquero y polo. Según ella misma me indicó con anterioridad, era la ropa más adecuada, pues sus tíos vivían en una casa unifamiliar a las afueras de la ciudad y, seguramente, acabaríamos comiendo barbacoa. Yo, sinceramente, esperaba comer algo más.

La casa de sus tíos, como me había dicho Yasmín, estaba a las afueras. Era una casa unifamiliar, bastante aislada, en mitad de una gran parcela de terreno alrededor.

Fuimos recibidos por sus tíos, sonrientes como la sobrina. Roel era un hombre de unos 50 años, un poco más bajo que yo, de pelo y piel oscuros, debía de ser algo genético en aquella familia. Su mujer, Verónica, era más joven que él, o al menos eso aparentaba. Le calculé unos 40 ó 42 años, cabello largo oscuro, ojos también oscuros, de piel clara, un poco más bajita que Yasmín, pero atesorando un cuerpo que había sabido mantener en muy buenas condiciones. De jovencita, esa mujer, debió de ser una verdadera tentación, pues aún lo era.

Entregamos a Roel el regalo que su sobrina le había comprado

Tras los saludos de rigor, en los que me presentó como su buen amigo Dani y dónde me pareció ver que les guiñaba un ojo, y tal y como me había adelantado Yasmín que ocurriría, pasamos al jardín trasero de la casa. Era inmenso, de un verdor casi exuberante, con muy buenos árboles que proporcionaban una valiosa sombra, y con dos elementos importantes: una barbacoa y una gran piscina.

En la zona del porche había habilitada una buena mesa, con varias sillas alrededor, y sobre la mesa ya había montado un servicio completo para cuatro personas, con los vasos, copas, platos y cubiertos necesarios para comer.

Mientras Verónica y Yasmín comenzaron a hablar de lo bien que se veía la una a la otra y de que había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se vieron, Roel me pidió que le acompañara a la bodega para elegir el vino para la comida.

La bodega se encontraba en el sótano de la vivienda. Era más grande lo que parecía, y estaba bien surtida de botellas de vino, de algunas de cuyas marcas no había oído hablar en mi vida.

Mientras Roel elegía el vino más adecuado para la barbacoa que íbamos a degustar, se dirigió a mí para preguntarme:

- ¿Hace mucho que conoces a ...