1. No pude soportar ir a casarme


    Fecha: 25/09/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Me llamo Irene y tengo 36 años, mi vida es una vida de lo más normal. Soy profesora de un colegio de Opus, sin pareja, conversadora, religiosa, recatada y muy discreta.
    
    Con 23 años perdí la virginidad con un seguidor el Opus como yo, parecía que íbamos a casarnos por lo que accedí a acostarme con él. El sexo con José Marí no fue gran cosa, de eso me enteré años después, pero era el que tenía. José Marí me rompió el corazón el día que me dijo que lo nuestro era imposible.
    
    El siguiente que se coló entre mis piernas fue Borja Ernesto, también miembro de la Obra. Realmente no me prometió nada, pero ya tenía 28 años y no tuvo que trabajárselo mucho a base de cenas y salidas como para que un día aceptase que subiese a casa. El sexo fue de nuevo sexo aburrido.
    
    Juan Manuel se coló en mi cama ya con 32 años, era el tio de uno de mis alumnos, también de Opus. José Manuel me hizo beber en una comunión del hijo de unos amigos comunes y cuando me desperté estaba desnuda en su casa. Me dio mucha vergüenza darme cuenta que me había follado a un señor por pasarme con el alcohol. Al contrario de lo que se pudiese pensar, esa mañana me volví a acostar con José Manuel. Por primera vez me comieron el coño y por primera vez en mi vida me corría. José Manuel me montó esa mañana en distintas posturas y acabó corriéndose en mis pechos.
    
    La verdad es que el sexo estuvo bastante bien. Acabé disfrutando mucho con él y al final era yo la que le llamaba para joder. De mis tres amantes, José Manuel era el único que no me había liado, el único que no me daba coba y sin embargo el único con el que me lo pasaba bien en la cama.
    
    La cosa duró dos años hasta que José Manuel se echo novia y después de un polvo memorable, me comunico que lo que se daba, se acabó.
    
    Aunque me había acostumbrado al sexo satisfactorio, estuve 9 meses sin otra cosa que no fuese mi propio dedo hasta que una amiga que había conocido a través de Jose Manuel me invito a un fin de semana en una finca en Ciudad Real.
    
    Me recogieron dos amigos de Lourdes en su coche. La verdad es que los chicos era majísimos y estaban como para mojar pan. El viaje duró dos horas y media y me bajé del coche enamorada de ambos.
    
    En la finca estábamos seis personas, tres chicos y tres chicas. Llegamos a la hora de comer y después de un ligero tentempié salimos los seis a pasear por el campo.
    
    Volvimos sobre las ocho y preparamos una barbacoa entre todos. La verdad es que empezamos con el vino y acabamos con copas sin habernos levantado de la mesa. A los postres estaba seriamente perjudicada.
    
    Después de charlar de mil cosas Juan, el chico con el que no había viajado, propuso jugar a las prendas. Cuando intenté protestar, todos dijeron que si a la limón. El juego era sencillo. Preguntas del trivial y si de seis no acertabas 4, perdías una prenda.
    
    No fui la primera que quedó en pelotas, de hecho, aun conservaba las bragas cuando Lourdes ya llevaba dos deseos pagados, Tomas una, Juan otra y Carolina otra. Yo ...
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