Las mujeres de mi familia (V) - Relatos Eróticos

Las mujeres de mi familia (V)

... ¿Puedo pasar?

- Adelante. ¿Qué te trae por aquí?

-Tengo muchas preguntas.

- ¿Como cuál?

- Necesito saber por qué me odias.

- Yo no te odio.

- Eres la única que me sigue ignorando. Casi prefiero el desprecio de Olga.

- Si te ignoro es porque temo cogerte cariño.

- ¿Y qué tendría de malo?

- Que eres un hombre.

- Tú no tienes motivos para odiar a los hombres, solo sigues a ciegas lo que la abuela te inculcó, pero hasta ella me acepta.

- No sabes lo que le pasó a ella.

- Sí que lo sé, eres tú la que no debería saberlo.

- Es cierto que no me lo contó, pero me enteré... y de la forma más horrible.

- ¿Cómo?

- Meses después de tener a Uma bajé al pueblo, tenía necesidades. Era tarde y solo encontré a un hombre, era bastante mayor que yo. Me llevó a su casa e hicimos el acto sexual. Después me preguntó de dónde era.

- Supongo que no se lo dirías.

- Me pilló con la defensa baja y le dije que vivía en la aldea. Él me dijo que había estado una vez allí, muchos años atrás. Me contó entre risas que él y cuatro amigos suyos violaron a la pobre huérfana que vivía allí.

- Es la historia que la abuela me contó.

- Ese hombre podría ser mi padre.

- Hay una posibilidad entre cinco, sí.

- Ya no volví al pueblo nunca más ni quiero saber nada de los hombres.

Quizás no tenía motivos para ser la más radical de la casa, pero al menos sabía la verdad y eso la justificaba. Aunque durante años lo único que hizo fue seguir las órdenes de la abuela y nunca tuvo de forma directa una mala experiencia con los hombres, tenía que ser duro enterarse de que su madre había sido violada y que ella acababa de tener sexo con su posible padre.

Eran dos mujeres destruidas por sucesos traumáticos. Había conseguido que Aurora confiara en mí e incluso que se dejara llevar y me echara un polvo. Quizás podría conseguir lo mismo con mi madre. Principalmente quería que confiara en mí, que viera que no todos los hombres éramos malos. Pero no podía dejar de verla como una mujer hermosa, perfecta a sus cuarenta años.

- ¿Consideras que mi padre era un mal hombre?

- Damiano fue la persona que mejor me trató fuera de esta aldea.

- Eso quiere decir que no todos somos malos.

- Pero eso fue antes de saber la verdad, cuando todavía me permitía confiar.

- No te pido que vuelvas al pueblo como si nada, solo que confíes en mí.

- ¿Tú nunca harías daño a una mujer?

- No, yo soy igual que mi padre.

- Era un gran amante.

- Eso solía decir él de ti. La mujer más especial con la que estuvo.

- ¿De verdad?

- Siempre me contaba cosas de Emilia, sin decirme que eras mi madre.

- Eran otros tiempos, ahora estoy vieja y amargada.

- Eso no es cierto.

- Mira a tus hermanas, tan parecidas a mí, pero con cuerpos jóvenes y bonitos.

- Sigues siendo la más atractiva de la casa.

- Y tú eres tan parecido a él, mi amante italiano...

- Déjate amar.

- No sé si puedo.

- Tranquila, yo te voy a ...