Voluntariado. 1ª parte - Relatos Eróticos

Voluntariado. 1ª parte

... ambas manos, sintiéndolos piel contra piel. Virginia abrió sus ojos azules en señal de sorpresa, pues quizás no se esperaba un gesto tan duro, tan claramente lascivo en ese momento. Sus generosas tetas comenzaron a ser manejadas por aquél extraño, a ser aplastadas contra su anatomía, a ser amasadas entre ellas… La carne trémula de la inocente Virginia era pervertida por aquél negro, no sin oposición por parte de ella, quien empezó a manifestar su desacuerdo, a chillar, a intentar apartar las manos del negro de su honroso cuerpo vestal. El cuerpo de Virginia se agitaba por momentos, pero no era oposición para el corpulento africano que había violado ya a tantas muchachitas en ese mismo planteamiento, nada podía hacer la preciosa extranjera en cueros contra la libido imparable del negro… Los pezones de Virginia sonrosados y pequeños, de un aspecto muy tierno, no tardaron por tanto en llamar la atención de su amo.

El gran jefe los manipulaba y los retorcía a su antojo. No estaban duros, Virginia no está apenas excitada salvo por las caricias del inicio, se mueve entre el desconcierto y el pánico. Los dedos precisos negro aprietan las partes sensibles de Virginia y ella se estremece de dolor, de incomodidad, y más ahora que el gran jefe parece inclinarse sobre ella.

Todos esos kilos caen sobre su frágil cuerpo, asfixiándola. Un tacto diferente es el que siente ahora la francesa en su pecho izquierdo… es el de una húmeda lengua que recorre la carne de sus senos y acaba el circuito alrededor del pezón de la inocente presa. También el pezón de la otra teta es estimulado manualmente, y Virginia siente la incómoda sensación de tener a un hombre plenamente dedicado a estimular sus vírgenes y turgentes teta. Cuantos hombres quisieran mamar de los bellos atributos de la francesa, que largo tiempo guardó… Y de la inactividad sexual de aquellos pechos de diosa surgió el despertar del sexo latiente, de un cúmulo de impulsos que llevaban a Virginia a cabecear rítmicamente a la vez que el amo, señor de la casa, y de la extranjera intentaba extraer leche materna de la doncella.

Y mientras la virginal y casta niña sufría algo que jamás conoció…, que sus tetas se alborotaban con gozo y que su cuerpo se sentía a gusto, algo de calor se concentraba en su entrepierna, justo cuando la sensación iba creciendo, la mente y el cuerpo femeninos iban volando, el negro se separó de los magnéticos pechos de la joven. Las manos dibujaron una sinuosa silueta que recorrió el vientre plano, el ombligo y llegaron a posarse en el inicio de los muslos de Virginia. En ese instante ella recordó su total desnudez, que la parte más íntima del cuerpo de cualquier mujer estaba desprotegida y a escasos centímetros de esos dedos perversos… Sentía el tacto del negro presionar contra sus piernas desnudas, la sangre hervía en torno a ellas y a la entrepierna de la jovencita… La sensación era cálida, la de sentir el tacto de ese hombre robusto sobre los carnosos muslos de la ofrenda. ...