1. Mi odiosa hermanastra II (3)


    Fecha: 15/08/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... resbaló nuevamente. Esta vez no se cayó. Pero instintivamente me había acercado más, y ahora mis manos estaban en sus caderas, cosa que me sorprendió más a mí que a ella.
    
    —A ver, ahora —dije.
    
    Sentía que mis manos ardían, ahí debajo del agua. Por fin sentía esas rotundas curvas que tantas veces había admirado. Traté de aparentar normalidad. Sin quitarle las manos de las caderas, empujé el cuerpo de mi madrastra hacia arriba. Con la ayuda del impulso que se daba con sus brazos, ahora sí, resultó fácil que se saliera. Pero ocurrió un pequeño accidente. Estaba demasiado cerca de ella. El enorme trasero de Amalia se frotó con mi nariz. Era una manera peculiar de sentir cómo era el tacto de un culo tan deseado como ese, pero, aún así, con mi nariz pude reconocer casi toda la amplitud de una de sus enormes y hermosas nalgas.
    
    Me avergoncé. No obstante, cuando Amalia quedó parada en el borde de la pileta, giró para mirarme, con una hermosa sonrisa. Por lo visto, ella ni lo había notado, y quizás no le pareció un contacto fuera de lo normal dadas las circunstancias.
    
    —Gracias —dijo, para luego meterse en la casa, meneando sus caderas con cada paso que daba.
    
    —Te vas a quedar visco —dijo Samara a mi espalda.
    
    ¡Qué idiota!, me dije, furioso conmigo mismo. La víbora de mi hermanastra me había estado observando en todo momento. Opté por la salida obvia: hacerme el desentendido.
    
    —¿Qué? —dije.
    
    —Que si te quedás mirando el culo de tu madrastra como recién lo estabas haciendo, podrías quedar visco. Eso dice la leyenda. Aunque el hecho de que sea la mujer de tu padre también es un buen argumento para que no vuelvas a hacerlo. O al menos podrías disimularlo un poco. Digo. Me parece.
    
    —¡Nada que ver! —dije, haciéndome el ofendido—. Además, ¡dejá de gritar, boluda! —agregué, temiendo que alguien la escuchara.
    
    —Sí, sí, claro. “Nada que ver” —dijo ella.
    
    Se sumergió en el agua. No me gustaba que esa imbécil tuviera ese secreto en sus manos. Podía llegar a hacerme pasar un mal momento. Me prometí que jamás volvería a mirarle el culo a Amalia de esa forma. Por mucho que me molestara admitirlo, Samara tenía razón. Como mínimo, debía disimular mejor esas miradas. Además, tenía que aprender pronto a no ser tan evidente, porque mi madrastra no era la única por la que se me iban los ojos. Ahora mismo estaba con otra hembra portadora de un orto prodigioso. Y por la noche debía dormir con Abril, quien había resultado ser increíblemente hermosa.
    
    De repente sentí que Samara estaba detrás de mí. Agarró mi traje de baño con ambas manos. Cuando reaccioné ya era demasiado tarde. Supongo que no sospechaba que pudiera hacer lo que hizo. Realmente era una pendeja inmadura.
    
    Tironeó mi traje de baño hacia abajo. De un solo movimiento, ya lo tenía a la altura de los tobillos. Mi ingenuidad me jugó en contra, porque había dado por sentado que la broma culminaría ahí. Me subiría el traje de baño, la mandaría a la mierda, y listo. Pero entonces me dio un ...
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