1. La rebelde 5


    Fecha: 10/08/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: sufridor, Fuente: TodoRelatos

    ... Sus esclavos favoritos son su jefe, el que los primeros días la dominaba a ella por técnica, pero es su esclavo desde el día que recibió la primera paliza, por tocarle las tetas sin permiso, y Laura, la luchadora estrella del gimnasio, que resulta ser muy sumisa, yo también la he esclavizado. Es ocho años mayor que tú y, aunque tiene buena técnica, empieza a tener limitaciones físicas, ya no se mueve con la misma agilidad que antes, pesa mucho, está un poco fondona y tiene algún pequeño problema respiratorio, no aguanta luchando demasiado tiempo.
    
    Después de haber dicho eso, me mandó poner de pie, vino junto a mí y me abrazó, me dijo que yo era muy poca cosa, como si yo no lo supiese, apretó el abrazo, sentí como crujían mis costillas y le pedí que parase o me las rompería; ella aflojó un poco, pero me levantó en vilo y me llevó hasta su dormitorio, me echó sobre su cama, boca abajo, y se tumbó sobre mi espalda, no era casual lo que pasaba, porque enseguida me hizo una llave a la que llamó Nelson. Había pasado sus brazos por debajo de mis sobacos, y colocado sus dos manos sobre mi nuca, empezó a hacer fuerza y mi cabeza fue bajando, hasta que mi cara se hundió totalmente en la almohada, pese a mis esfuerzos desesperados ya casi no podía respirar y, en esa posición, tampoco podía hablar ni patalear, apenas podía moverme y me estaba doliendo el cuello.
    
    Los bofetones de mi vencedora podían ser muy fuertes, dolorosos y contundentes, pero eran rápidos. La forma en que me tenía sometido, en ese momento, me daba mucho más miedo que la brutalidad pura y simple. Había algo perverso en su forma de dominio, me decía lo insignificante que soy, que estaba sin ninguna posibilidad de respuesta por mi parte; si ella hubiera tenido un rabo, me lo habría podido meter, entero, en un par de empujones y, lo peor de lo que hacía era que la sesión duraba bastante tiempo, porque de vez en cuando me levantaba la cabeza para que pudiera respirar; al parecer no buscaba matarme, por lo menos no todavía, de hecho, no tuve claro si ella sabía perfectamente lo que hacía. Lo que tenía claro era que aquello duraba mucho, y que yo me sentía aniquilado por Sandra, por su superioridad, aquello no era tremendo, pero era continuo, sin pausas; me preguntaba qué sería lo siguiente, ¿me mordería, me arrancaría pelos, me pincharía con alfileres? En realidad, podría hacer lo que quisiera.
    
    Había puesto en el suelo una manta y unos trozos de cuerda, en un lado, no sabía la razón, pero no tarde en saberla. En un momento dado, quizá aburrida con su dominio anterior, tan contundente como poco movido, me bajó de la cama y me colocó sobre la manta, solo mi cabeza quedaba fuera, enrolló la manta conmigo dentro; muy divertida me dijo que parecía un canelón y, mientras lo decía, ató la manta, conmigo dentro, por cuatro sitios distintos. Por suerte para mí me entró un ataque de claustrofobia, y empecé a gritar que me soltara, me puso una mano en el cuello y con la otra me tapó la boca, ...
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