Las refugiadas - La venta 5 - Relatos Eróticos

Las refugiadas - La venta 5

... Preguntó en inglés:

—¿Motivo del viaje?

—Arreglar algunos papeles en la embajada.

—Que disfrute de su estancia.

Llegó el turno de Jadwiga que entregó su pasaporte de Anastasia Sorkina. El agente lo tomó y se internó en la oficina. Poco después dos agentes salieron por una puerta y se acercaron a Jadwiga.

—Acompáñeme —le dijo uno en lituano—, por favor.

—¿Qué quiere? —protestó Jadwiga en inglés—. No lo entiendo.

—Acompáñeme —repitió el compañero en inglés—, por favor.

Se la llevaron a una habitación cerrada y la dejaron allí. Solo había una mesa y dos sillas metálicas sujetas al suelo. Un gran espejo llenaba la pared. Se sentó en una de ellas. Como dos horas después el agente que hablaba en inglés entró en la habitación.

—¿Cuál es el motivo de su visita? ¿Y qué oculta? ¿Dónde está su equipaje? ¿Porque no hay ninguna reserva de hotel a su nombre?

—Vengo a realizar unas compras. Me voy mañana y no he traído equipaje.

—¿Una mujer sin equipaje? ¡Eso no me lo creo! Usted es agente rusa.

—soy rusa, sí, pero no soy agente… al menos no soy agente de Rusia. No tengo reserva de hotel porque me hospedo con Jerry Wilson que ha venido a arreglar unos temas en la embajada de Estados Unidos.

»Así que más le vale avisarle y soltarme.

El agente salió de la habitación sin responderle. Al poco entró pues el jefe le pido que acelerase, ya que Jerry al ver que se la llevaban llamó a la embajada y estaba empezando a mover de sus asientos algunos funcionarios.

—Verá señorita Sorokina…

—Señora —le interrumpió—. Soy viuda.

—Sí, bueno pues, señora Sorokina. El caso es que mi compañero sospecha que pueda estar usted introduciendo algo en el país… ya que no lleva equipaje solo puede introducirlo en su bolso, sus ropas o sobre su cuerpo. Si nos lo entrega la dejaremos pasar…

—¿Y si no?

—Tendríamos que registrarla. Pero hasta dentro de unas horas no entra de turno ninguna compañera femenina.

—Así que me acusan de entrar algo indefinido que no quieren decime que es. —sacó el teléfono móvil y lo puso en grabación antes de empezar a hablar—. Y me exigen que se lo integre o de lo contrario tendrán que registrarme, ¿no?

—Pues… Sí. Básicamente así es.

—Bien —Dejó el teléfono en el extremo interior de la mesa apuntando hacia el exterior—. Así que sospecha que entro algo en el país, pero no saben qué es, aunque quieren que se lo entregue.

»Bien. —Abrió el bolso—. Podría ser mi copa de repuesto. —Dejó sobre la mesa caja de cartón que abrió y saco una copa de goma de unos dos centímetros y medio de diámetro con un leve pedúnculo, pero sin base que depositó encima de la bolsa de plástico que la protegía—. O mi pintalabios rojo amor. —Sacó un pintalabios y abrió y extendió dejándolo en vertical sobre la mesa—. O mi maquillaje. —Sacó una polvera de maquillaje con distintos tonos—. O… No hay más. —Puso el boso boca abajo para demostrar que no había nada más en su bolso—. Bueno debía estar mi pasaporte, pero lo tienen ...