Malditas Tentaciones I. Peligro - Relatos Eróticos

Malditas Tentaciones I. Peligro

... que tenía ante mí se apoderó de todos mis sentidos. Detrás de la barra se encontraba un hombre de aproximadamente 1.87 metros, de piel bronceada por el sol, con cabello corto y esos ojos verdes que empezaban a inquietarme. Pude observar que llevaba una camiseta blanca con el logo del restaurante, una camiseta que definitivamente le quedaba demasiada ajustada en los brazos, sin lugar a dudas era un tipo que pasaba tiempo en el gimnasio.

-¿Le puedo ayudar en algo? - repitió la pregunta en un todo donde ya se intuía algo de molestia.

-Mmm, si quisiera pedir... ahh una comida para llevar - finalmente pude articular las palabras.

Quien me viera en estos momentos nunca pensaría que me gano la vida hablando. Mis sentidos estaban idiotizados, no hay otra manera de describir lo que estaba sintiendo.

-Ok, ¿que va a llevar entonces? - preguntó mientras sacaba del bolsillo trasero de su pantalón una pequeña libreta y agarraba de su oreja un lapicero para escribir.

Sus ojos se enfocaron en mí, todo lo demás se me desdibujaba solo podía percibir su mirada indescifrable sobre mí.

-Quisiera una ración de arroz congris, unas tiras de cerdo al carbón y una orden de fritas de malanga.

Traté de sonar lo más seguro posible y no dejar que la presencia de aquel hombre me intimidara. Por un momento me pareció percibir una pequeña sonrisa en sus labios, pero no estaba muy seguro de lo que veía en esos momentos.

-¿Llevará algo para tomar? - me pregunto sin dejar de mirarme.

-Mmm, no sé, ¿qué me recomienda? - pregunté rezando por qué su mirada se apartará de mí.

Pero de nada sirvió rezar, sus ojos se entrecerraron fijándose más en mi.

-Bueno, podría recomendarle muchas cosas - ahora si estaba seguro de que en sus labios se formaba una sonrisa a medida que me respondía.

Pero esa sonrisa en nada se parecía a la amable sonrisa que José me dedicaba cuando me atendía, la sonrisa de este extraño encerraba peligro y yo acostumbraba a huir del peligro.

-Solo traigame un pomo de jugo de mango por favor - contesté abruptamente.

-Enseguida - fue todo lo que dijo y lo vi alejarse hacía la puerta de la cocina.

Una vez más me encontré solo en la barra y agradecía esta soledad tranquilizadora, la necesitaba. No entendía que podía haber pasado, no era usual en mí que algo me afectará tanto. Sí, era un hombre guapo, como muchos otros que había conocido en mi vida y ninguno había provocado lo que ese extraño había logrado con una mirada y una sonrisa. Debía ser el cansancio del trabajo, definitivamente me estaba sobreesforzando y eso me estaba empezando a afectar; era la única explicación lógica a todo esto. Respiré calmado, quizás una salida con Michael no me vendría nada mal en algún momento, necesitaba despejar.

A los pocos minutos sentí el ruido de la puerta de la cocina. El chirrido de las bisagras erizo mi piel, pero no era el sonido en sí lo que me afectaba sino lo que implicaba. Nuevamente ahí estaban, los ojos verdes que me habían ...