1. Mentirosa compulsiva, entre otras cosas


    Fecha: 21/09/2019, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Benedicta, una joven de 26 años, de un metro sesenta centímetros de estatura, morena y guapa que estaba comiendo pato a la naranja con el cura en la cocina de la casa parroquial, y le decía el cura:
    
    -Los muchachos de este pueblo hacen orgías homosexuales en el monte.
    
    -¿Y tú cómo sabes eso, Nicolás?
    
    -Me lo contó Pancho.
    
    -¿En confesión?
    
    -Sí, en confesión.
    
    Fue como si le dijera que hacía un sol de carallo. Sabía que su primo se pasaba el secreto de confesión por el forro de los cojones. Mientras echaba gaseosa a un vaso con vino tinto, le preguntó:
    
    -¿Y qué piensas hacer al respecto?
    
    -Nada. Son cosas de juventud. Una etapa. No creo que ninguno de ellos acabe siendo maricón.
    
    -Si acaso bisexual cómo tú, ¿no?
    
    -Puede.
    
    -¿Ya se la mamaste a Pancho?
    
    -Sí.
    
    -¿Y le desvirgaste el culo?
    
    El cura, con la boca llena, le respondió:
    
    -Desvirgué.
    
    -¿Dejaste que te diera?
    
    -Qué menos.
    
    Hablaban del pecado cómo del pan nuestro de cada día.
    
    Después de comer, el cura, que era un treintañero, moreno y alto, fue a sus aposentos a tomar la siesta.
    
    La habitación estaba pintada de blanco y no era muy amplia. Tenía el piso y el techo cubiertos con madera de roble, un armario con tres puertas y con un espejo en la puerta del medio, una mesita de noche, una ventana y en la pared de la cabecera de la cama colgaba un óleo con una mujer desnuda en una pose provocativa en vez de un crucifijo.
    
    Benedicta, que era prima y criada del cura, después de recoger la mesa y lavar los cacharros, fue junto a su primo y se echó a su lado. El cura estaba por encima de la cama con los zapatos y la sotana puesta, Benedicta lo besó en el cuello y en la boca y le echó la mano a la polla por encima de la sotana mientras su lengua acariciaba la del cura. Frotó su polla hasta que se la puso dura, luego se desnudó. Tenía unas tetas cómo sandías, con areolas marrones y pezones enormes, y en el coño tenía un felpudo de pelo negro. Le dio la teta izquierda a mamar. El cura, con las manos detrás de la nunca, mostrando una chulería desmedida, le pasó la lengua por un pezón después por el otro y apartó la cabeza. Benedicta, cabreada, cogió la teta con la mano izquierda y se la aplastó contra la boca.
    
    -¡Mama!
    
    El cura no le hizo ni puto caso. Benedicta se quitó el vestido, quitó las bragas y el sujetador, se echó boca arriba y se puso a hacer un dedo. El cura le dijo:
    
    -¡No te irás a masturbar!
    
    No le contestó, siguió acariciando el clítoris con dos dedos y metiéndolos dentro de la vagina. Al rato el cura levantó la sotana, cogió la polla y mirando cómo su prima se masturbaba, comenzó a hacer una paja. Poco después se besaban. Luego el cura fue a por sus tetas, si antes se las despreciara, ahora, mientras la meneaba, se las devoró, sí, devoró, se las lamía, se las chupaba y le mordía tetas y pezones. Benedicta, con el placer que le proporcionaba masturbarse y que le devorara las tetas, se puso de un cachondo subido de tono. Dándole la espalda, ...
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