El reto de la bomba temporizada 3 - Relatos Eróticos

El reto de la bomba temporizada 3

... me corro sin su permiso, amo?

—Publicaré el vídeo que estoy grabando ahora mismo.

Lucía se quedó de piedra al reconocer las voces, el sonido de la fusta contra su piel y sus gemidos de dolor y excitación. Mario la miró y giró la pantalla, y sus peores presentimientos se hicieron realidad: el vídeo estaba subido en una web para adultos, en un canal llamado “Mi esclava L”. Los comentarios ya estaban empezando a llegar uno detrás de otro. Casi apartó a Mario de en medio, mirando el vídeo sin saber qué hacer.

—¡No! No, por favor, quítalo, por favor.

—Míralo bien.

Ella lo hizo y fue cuando se dio cuenta… que era muy difícil reconocerla. El vídeo había sido grabado a contraluz de una ventana, por lo que ella quedaba a oscuras casi todo el rato. Además, tenía los ojos y gran parte de la frente cubiertos por una venda negra y opaca que ocultaba sus facciones. Era difícil decir que era ella, y en todo el vídeo no se decía su nombre en ningún momento.

—Decidí cortar la parte de la mamada porque ahí sí que era fácil reconocerte. Para un primer fallo, esto es suficiente. Eso sí, la comunidad de /TimeBombChallenge está encantada de ver lo puta que te estás volviendo, pequeña.

—Mario… Amo—se corrigió enseguida—.Llevaba dos semanas cumpliendo sus órdenes, sin poder correrme, no podía más, compréndalo.

—Te lo habría permitido hoy al volver, o podrías haberme propuesto algo a cambio. Pero decidiste correrte por su cuenta, eso es imperdonable.

—Lo siento, amo.

—Todavía no. Ven conmigo.

La llevó a la habitación de invitados. Era una habitación amplia y sencilla, que solo tenía un escritorio y una cama doble… al menos la última vez que la vio Lucía. Ahora la cama había sido echada contra una pared, y en el centro de la sala había una extraña silla metálica frente aun aparato del que salía un palo en diagonal apuntando a…

—Oh, dioses…—murmuró ella, sabiendo por fin qué había en la caja.

—Veo que ya sabes lo que es.

—Amo, déjeme compensarlo, yo…

—He dicho que te sientes—repitió Mario con tono amenazador.

Ella lo hizo. El asiento de la silla estaba frío al tacto y estaba hueco salvo por el soporte justo para sus glúteos, quedando su sexo y culo al aire y vulnerables. Mario comenzó amarrándole las piernas a las patas de las sillapor las rodillas y los tobillos, manteniéndolas abiertas en un ángulo de noventa grados. Después la hizo pasar las manos por entre las barras del respaldo de la silla, atándolas con una cuerda a su espalda. Luego hizo algo, Lucía no sabía exactamente bien el qué, pero la cuerda tiró hacia abajo con fuerza, quedando sus brazos estirados a su espalda. Por más que movió los dedos no pudo alcanzar un solo nudo de la cuerda.Lucía respiró agitadamente, una mezcla de temor y excitación la invadió mientras Mario sacaba una caja de algún lugar. Al abrirla vio que dentro había una pequeña colección de falos artificiales de distintos materiales y tamaños, siendo el más grande algo colosal. La esclava fijó la ...