El reto de la bomba temporizada 3 - Relatos Eróticos

El reto de la bomba temporizada 3

Dos semanas después de firmar aquel acuerdo ante notario, Lucía había empezado a acostumbrarse a su nueva vida. Aquellas habían sido dos semanas de aprendizaje. Caminar siempre desnuda por la casa, hacer las tareas, someterse a Mario cuando él quisiera, sexo oral a demanda, sexo que siempre acababa en una súplica para parar antes de que ella llegara al orgasmo, hacer vídeos y fotos a diario…

Despertó temprano, Mario estaba trabajando en turno de noche y ella entraba por la mañana; frente a ella, apuntando a su cama, había una cámara cuya luz roja parpadeaba constantemente. Había comprobado junto a Mario que las imágenes eran enviadas en vivo a un servidor privado en la nube y que no se quedaban grabadas. Pero Mario, en cualquier momento y desde cualquier lugar, solo tenía que conectarse al servidor para ver en vivo lo que estaba ocurriendo frente a la cámara. Nunca sabía cuándo estaba siendo observada.

Se quitó las sábanas, estaba desnuda bajo las mismas y, aún adormecida, recorrió su cuerpo con las manos y empezó a masturbarse lentamente. Una de las muchas reglas que le había puesto a su esclava personal: debía masturbarse cada día al despertar durante veinte minutos y no tenía permitido correrse. Aquella era otra de las normas: solo su amo podía permitirle alcanzar el orgasmo, y esa era una norma que ella llevaba muy mal. Era una chica muy sensible y, según cómo se estimulara, podía llegar a experimentar orgasmos múltiples.

Por supuesto, él no estaba cerca. Por supuesto ella podía engañarlo… pero había un problema: ¿y si él estaba mirando? ¿Y si la veía correrse y luego intentaba engañarlo? No podía arriesgarse, ya sabía el castigo: uno de sus vídeos más picantes será inmediatamente publicado. ¿Ir al baño a masturbarse? Mario le había asegurado que se daría cuenta, ella no sabía bien cómo, pero… prefería no arriesgarse. Con un suspiro dejó de tocarse, conteniendo un inminente orgasmo, y miró el reloj de mesa a su lado. Todavía faltaban trece minutos. Inspiró hondo y volvió a la labor.

Cuando terminó con su primera instrucción cogió solo una toalla y fue a la ducha. Se detuvo antes de cerrar la puerta del baño a su espalda y la dejó abierta de par en par. Esa era la segunda norma: siempre se ducharía con la puerta abierta de par en par. Todavía no se acostumbraba, y no podía dejar de mirar hacia el pasillo que daba al baño, esperando que Mario u otra persona estuviera observándola; había pasado muchos años compartiendo piso como para estar tranquila con la idea, a pesar de que solovivían ella y Mario en la casa. Eso sí, al menos lo convenció para que la dejara cerrar la puerta para otras necesidades fisiológicas, en eso ambos estuvieron de acuerdo. Ese tipo de juegos no les iban a ninguno de los dos.

Volvió a su habitación, todavía secándose, tomó el teléfono y abrió la aplicación de mensajería que ambos usaban.“Ya estoy lista, amo, ¿qué quiere que me ponga hoy?”. Mario tardó poco en contestar.“Te he visto cumplir la orden esta ...