-
Magdalena – Primera Parte.
Fecha: 11/06/2024, Categorías: Incesto Autor: Juan Alberto, Fuente: SexoSinTabues30
... … —¿Por internet? … no veo de frecuente publicidad de estos objetos … ¿Lo encontraron en algún sitio pornográfico? … Una vez más se ruborizo, me miró inquieta y bajó su mirada, no necesitaba responderme, me di cuenta de que miraba porno. Inconscientemente, mi mirada se fue a sus piernas y el cosquilleo en mis genitales se volvió a manifestar. —Magdalena … no debes preocuparte … no se lo diré a nadie … puedes quedártelo y hacer lo que desees con él … Respiró profundamente como si le hubieran quitado un gran peso de encima y solo murmuró: —Gracias, papá … Luego me miro animosamente a los ojos. —No he hecho nada con los chicos … pero siento una gran curiosidad … quisiera saber cómo piensan ellos … cosas piensan sobre las chicas … Si te hiciera alguna pregunta, ¿la responderías? … —¿Ahora? … —No … puede ser más tarde … volvamos a casa … quiero hacer las paces con mamá … ser más amable con ella … —¿Y tu hermanito? … —No … él todavía es un enano cretino y repugnante … Me dijo sonriendo divertida. Regresamos a casa charlando de diferentes cosas y cuando llegamos, frente a nuestro domicilio había una radiopatrulla de Carabineros, mi mujer estaba en el antejardín conversando con un oficial, nos acercamos yo y Magdalena y en unos minutos explicamos al policía toda la situación, él entendió y cerciorándose que no había ninguna situación de violencia intrafamiliar, subió al carro policial y se fueron. Mi mujer un poco exasperada y con los brazos en jarra dijo: —¿Qué demonios fue todo esto? … Magdalena se acercó a su madre y la abrazó: —Mami … estaba peleando con papá en la calle y una mujer que nos vio debe haber llamado a la policía … —¿Y siguen peleados ustedes dos? … Preguntó mi esposa con cierta aprensión. —No, mami … no quiero pelear con nadie … perdóname … entremos en casa … Dijo Magdalena reforzando el abrazo a su madre. Mi esposa me miró inquisitivamente, luego me miró con gratitud al tener a su hija querida y cariñosa de vuelta al redil y a la normalidad, era una vez más parte de nuestra familia. Pasaron algunas semanas y Magdalena me trataba con mucho respeto y confianza. Yo quería saber que hacía ella cuando las luces se apagaban, pero respetando su privacidad jamás mencioné nada al respecto. Después, un sábado mientras regaba el jardín, Magdalena se me acercó: —Papi … ¿Podemos hablar? … —Sí … dime … Ella titubeó por un instante y luego mirando al suelo comenzó. —Bueno … tú sabes … sobre mi cosa … —¿Qué cosa? … Me miró un poco impaciente. —¡Dildo! … te dice algo eso … La miré un poco sorprendido, ella estaba siendo directa sin quitarle el bulto a la situación, inmediatamente adopté aires de complicidad. —¿Qué? … ¿Qué pasa con eso? … —Mamá … ¿Tiene uno de esos? … —Pues sí … tiene tres … —¡Tres! … ¡Oh! … y … Magdalena miró a su alrededor, respiró nerviosamente y luego me miró. —Y tú … ¿La has visto cómo ella los usa? … —¡Eh!, sí … a veces la ...