Malena (V): En la Cárcel - Relatos Eróticos

Malena (V): En la Cárcel

... pero es mentira, alguien me la puso”... No dije donde la encontraron.

Cuando ya me estaba agobiando el interrogatorio de las dos mujeres, entró otra novedad. Desde donde estaba sentada, la vi caminando miedosa por el pasillo. Le señalan también la celda 10. ¡¡¡Vaya!!! Voy a tener compañera de celda. Al llegar, la sientan precisamente enfrente de mí, es la joven de pelo rizado que ya habían sentado a mi lado antes. Lleva el mismo mono que todas, veo su expresión de alivio cuando le quitan las esposas. A pesar de ese pequeño alivio, su cara es de puro pánico. Las dos interrogadoras giran inmediatamente el interés hacia ella. En poco tiempo descubro que se llama Silvie y que “la policía dice que ella y su novio robaban coches”, es cierto que ella trabajó en un taller y sabe cómo manipular los sistemas de apertura, alarma y encendido, pero es inocente.

En ese momento, una guardiana aparece en el salón, tras ella vienen dos mujeres que visten mono gris y traen un carrito lleno de bandejas que recuerdan a la comida de los aviones. El menú es básico y, sobre todo, insípido. Pero estoy hambrienta, como todo con gran cantidad de agua. Me dan una botella reutilizable que puedo llenar sin límite en alguno de los grifos que hay en el salón. Mientras comemos, las veteranas no paran de hablar contándonos detalles de la vida en la cárcel:

Las mujeres que trajeron la comida son condenadas, las han destinado a servicios internos: cocina, limpieza… Es el mejor destino… Mucho mejor que el taller textil o el huerto. Dicen que para conseguir un destino así hay que dejar que algún guardián o guardiana te interrogue por las noches.

¿Qué? -pregunta Silvie con cara de espanto.

Eso… que te líes con una de estas brutas. Suelen sacar a sus novias de la celda por la noche. Te dan tabaco, alcohol… incluso droga, pero pagas todo en la cama.

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El reloj del salón común marca las 19:30. Todas las presas, excepto Silvie y yo, se sientan esperando algo. Nosotras también nos sentamos, sin saber muy bien qué pasará.

Vuelven a entrar con comida. Vale, la hora de la cena. De nuevo es un kit insípido, pero yo lo devoro igual que mis compañeras. Tengo hambre, tenemos hambre. Es temprano para cenar pero tengo hambre…

Curiosamente, la oficial que acompañaba al carrito de suministros se ha quedado en el salón. Es la que me trajo esta mañana. Una mujer alta y ancha como un armario. De su cinturón cuelgan la porra y las esposas, no lleva pistola. A diferencia de los oficiales de traslados, los guardianes dentro de la cárcel no llevan armas de fuego.

Son las ocho y cuarto, ya todas hemos acabado. Debemos llevar la bandeja vacía de nuevo al carrito. Todas la dejan y caminan lentamente hacia la zona de celdas. Silvie y yo entendemos el código y vamos hacia la celda con el número 10. Al entrar, apoyo mi espalda en la pared, resignada a dormir encerrada en un cubículo de apenas cinco metros cuadrados.

Silvie se ...