Bajo la Luna del Desierto - Relatos Eróticos

Bajo la Luna del Desierto

... Sartoris.

Incluso cuando dijo la palabra, sintió su verdad. Este hombre la había derrotado, demostrado su superioridad en igual combate. Él era su superior y la había ganado con su destreza. Ella era ahora su botín de batalla, su propiedad para usar o disfrutar como él quisiera. Sus pezones se endurecieron bajo la tela de su ropa, y estuvo a punto de llegar al orgasmo cuando finalmente aceptó su sumisión.

Ella era una esclava y el hombre que tenía delante era su amo, él la poseía ahora.

"Esclava", dijo él, y Ronia gimió ligeramente de placer y arrepentimiento combinados al oír su voz. "Me parece que estás usando demasiada ropa. Sería mejor si te la quitases".

"Sí, Maestro", respondió Ronia, "De inmediato, Maestro". Ronia se despojó de sus prendas sucias por los días de viaje por el desierto tan rápido como pudo, dejándolas a su lado en el suelo sin siquiera mirarlas, cuando estuvo desnuda volvió a arrodillarse ante él.

"Mucho mejor", dijo el nómada caminando hacia ella, extendiendo una mano para agarrar uno de sus pequeños y firmes senos, acariciando amorosamente primero, luego pellizcando el pezón con fuerza hasta hacerla gritar en una mezcla de dolor y sumisión alegre. "Encuentro que me gusta lo que veo. ¿Cómo te llamas, chica?"

"Esta esclava una vez se llamó Ronia", dijo. "Ahora esta esclava es una puta sin nombre hasta que el Maestro elija darle un nombre".

"Tienes razón", señaló el nómada. "Pero no me parece que Ronia sea un nombre apropiado para una esclava con tanto fuego en sus ojos. Se siente suave, y no eres una chica suave. Te llamaré Nura, porque estás llena de ese fuego".

"Esta esclava se llama Nura, gracias Maestro", dijo la joven, casi ronroneando de placer por llevar un nombre de elección de su Maestro.

“Ahora, Nura, colócate en posición para recibir a tu maestro”, le ordenó.

De alguna manera, Nura supo lo que debía hacer, estaba claro en su mente, como si siempre hubiese estado allí y no hubiese podido verlo hasta aceptar su esclavitud. Inclinó su cuerpo arrodillado hacia delante hasta descansar sobre sus manos y rodillas, con la cabeza apoyada en la arena entre sus brazos cruzados, su culo en alto, balanceándose ansiosamente por recibir la atención de su maestro.

Él la agarró por la cintura y empujó con fuerza introduciendo su polla en su interior, Nura gritó cuando su virginidad fue perforada, pero no fue un grito de dolor sino de placer, un grito que se prolongó al llegar a su primer orgasmo como esclava, alegre por ser utilizada de esa manera por un hombre. Pronto estaba jadeando, gimiendo y chillando en una letanía interminable de aliento y exhortación por la destreza de su maestro para hacerla sentir tal placer celestial, similar a la que escuchó noches atrás a la joven forzada en Sartoris. Se corrió una y otra vez, mientras él grababa cada vez más profundamente con cada golpe la sumisión y su dominio sobre ella, hasta que Nura ya solo pudo balbucear entregada a su éxtasis ...