Bajo la Luna del Desierto - Relatos Eróticos

Bajo la Luna del Desierto

... pronto cayeron en un ritmo que llevó el choque a un reino diferente, más allá de la agresión o el miedo, en una extraña conexión entre dos personas.

Los otros nómadas los rodearon en un semicírculo, evitando que Ronia pudiese volver a internarse en el desierto, por lo demás no hacían ningún movimiento para interrumpir su enfrentamiento. Ronia sabía lo que estaba pasando en ese momento. Anteriormente habían sido cazadores tratando de atrapar a su presa. Pero ahora que ella había demostrado su valía, este era un desafío formal. Si conseguía ser la primera en desarmar o herir a su oponente, la dejarían ir como vencedora del desafío. Si no, se esperaba que se entregase a las manos de su oponente, convirtiéndose voluntariamente en su esclava como una honorable combatiente derrotada.

Su coño se mojó al pensar en esa última opción, pero ignoró ese sentimiento traidor y continuó enfocándose en la danza de las espadas, ahora tratando de atacar una sola vez, buscando esa ventaja de alguna manera. La defensa pura no le daría la victoria. Ella debía alcanzar a su oponente para mantener su libertad.

Ronia creyó ver su oportunidad, cuando vio una breve apertura en el lado izquierdo de la guardia del nómada, sin pensarlo lanzó su hoja hacia adelante para rozar su piel y ganarle la victoria al lograr la primera sangre.

Justo cuando lanzó el ataque, Ronia se dio cuenta de su error, el nómada había hecho una finta y ya no tuvo la oportunidad de retroceder o de girar su hoja antes de que la espada del nómada entrase dentro de su guardia y engancharse el borde de su espada. Vio el rápido movimiento de la muñeca del nómada y sintió que su espada era arrancada de su mano quedando desarmada, su espada acabó clavada en la arena a unos cinco metros de donde ella se encontraba.

Este era el momento de la verdad para Ronia. Podía intentar huir, ella no era una nómada y no estaba obligada por sus leyes. Pero no llegaría lejos y terminaría con un collar alrededor de su garganta desnuda de todos modos. O podría comportarse de la forma correcta y afrontar el destino que había tratado de evitar huyendo de Sartoris, pero en vez de en manos de un simple soldado imperial, en las de un nómada que la había dado la oportunidad de librarse de la esclavitud.

Ronia hizo su elección. Se arrodilló en un movimiento que parecía haber practicado cientos de veces antes. Inclinó su cabeza hacia abajo, colocó sus manos con las palmas abiertas sobre sus rodillas y empujó su escaso pecho hacia adelante, colocándose en una postura que le pareció completamente natural. Cerró los ojos y tomó aire un par de veces antes de hablar.

"Maestro", dijo Ronia. Era todo lo que tenía que decir. Una simple palabra, pero con un pesado significado intrínseco en ella, una palabra que acababa con su vida anterior, dirigiéndola a un camino recorrido por millones de mujeres antes que ella, incluidas su madre y sus hermanas con toda probabilidad, a kilómetros de distancia en la conquistada ...