Bajo la Luna del Desierto - Relatos Eróticos

Bajo la Luna del Desierto

... esfuerzos de otras ciudades-estados para interrumpir el comercio de esclavas y evitar una mayor expansión de la práctica.

Por lo tanto, el Imperio no tardó en llamar a la puerta de Sartoris, listo para barrer y conquistar como siempre. Era evidente que pronto habría esclavitud en Sartoris después de todo, y serían las mujeres de la ciudad las que se enterarían de la verdad de primera mano.

Su familia se negó a aceptar tal resultado. Después de todo, se estaban realizando esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto pacíficamente. El Consejo salvaría la situación como siempre había hecho desde hace siglos.

Ronia no pensaba así, por ello, a medida que el bloqueo naval se endureció amenazando con provocar la rendición de la ciudad, comenzó a planear su propio escape del alcance imperial. Muchas de las mujeres de Sartoris pronto usarían collares, pero ella no planeaba ser una de ellas.

El día en que la tensión finalmente se rompió y comenzó el ataque imperial, Ronia se movió rápidamente. No había confiado en nadie, sabiendo que su familia no aceptaría sus conclusiones e incluso podría tratar de evitar su huida. Le dolió dejarlos atrás, conociendo su destino inevitable como esclavas desnudas al servicio del poder imperial, particularmente a su madre, cuya posición política iba a convertirla seguro en el blanco de humillaciones y abusos significativos. Pero era la guerra, y tenía que pensar en sí misma.

Así que cuando las legiones se estrellaron contra las murallas en una oleada tras otra, Ronia se deslizó por una cisterna hasta las extensas alcantarillas de Sartoris. Estaba oscuro y no se atrevía a encender una linterna, para que los atacantes no la detectasen a través de una rejilla cuando rompiesen las murallas, por suerte la luna llena iluminaba la noche y no tenía que alejarse mucho de los túneles principales, que tenían muchos puntos de acceso al aire libre que permitían que la luz plateada iluminase su ruta.

Solo un par de horas después de que iniciase su huida, las puertas cayeron finalmente y Ronia se volvió más cautelosa a medida que el pánico se extendía sobre las calles de la ciudad. Los gritos de las mujeres que huían de su seguro destino flotaban sobre ella, al igual que el sonido de las botas de los soldados del Imperio que marchaban a través de la ciudad conquistada.

Ronia tuvo que detenerse de repente, ocultándose en las sombras más profundas de una columna de ladrillo cuando un soldado arrinconó a una joven contra una pared justo encima de una rejilla abierta. No se atrevió a moverse a donde una mirada perdida podría descubrirla, así que observó y esperó su oportunidad.

"Por favor, detente, no lo hagas", se lamentó la joven, vestida como una especie de joven debutante, pero el soldado ignoró sus débiles protestas, agarrando su delgado camisón y rasgándolo por la mitad con solo sus manos. La joven gimió cuando el soldado comenzó a apretar sus tetas grandes y maduras, e intentó alejarle golpeando con sus ...