Bajo la Luna del Desierto - Relatos Eróticos

Bajo la Luna del Desierto

... fin. La confrontación era inevitable.

Ronia no lo dudó. Dio la vuelta a su caballo, sacó su sable y comenzó a cabalgar directamente hacia sus perseguidores, quienes dudaron al ver a una pequeña mujer cargando con un sable en su mano. Finalmente, un hombre se colocó por delante del grupo, con una espada en su propia mano, aunque sosteniéndola de forma un poco más vacilante. Los nómadas la querían viva, ella lo sabía, y eso podía darle una ventaja en el enfrentamiento que se avecinaba.

Cuando se acercaron, el hombre disminuyó un poco la velocidad, pensando claramente que ella trataría de parar, pero Ronia no hizo lo que se esperaba, sino que siguió cabalgando directamente hacia el hombre y su caballo. Él nómada levantó su espada cuando ella balanceó la suya en un arco ancho, y las hojas sonaron al chocar, pero ella lo sorprendió pateando con una pierna al mismo tiempo. Sin estar preparado para el golpe, el nómada cayó de la silla de montar y Ronia continuó su vertiginosa carga contra el resto de los nómadas.

Una flecha bien colocada terminaría con todo, pensó Ronia, pero el deseo de los nómadas de capturarla con vida mantenía los arcos en sus carcajes. En cambio, otro hombre salió a su encuentro, este mucho más grande e imponente que el primer oponente al que había desmontado. No blandía una espada, sino una cuerda, que comenzó a balancear en arcos perezosos sobre su cabeza, luego aceleró la rotación hasta que fue un remolino contra el cielo cegadoramente azul.

Cuando los dos se acercaron, el nómada lanzó la cuerda, claramente tratando de azotar a Ronia de alguna manera, pero ella se dejó caer sobre el cuello de su caballo y siguió directa hacia el otro caballo, provocando que el lazo fallase su objetivo. Pero su cansada montura no aguantó más esa carga enloquecida deteniendo su avance, dejando a Ronia expuesta al siguiente golpe del atacante, un golpe con las manos abiertas que la hizo caer de su caballo a la arena.

Si el nómada creía que Ronia estaba vencida, se equivocaba, para sorpresa de todos, se puso rápidamente en pie con la espada en la mano. Su caballo estaba demasiado lejos para alcanzarlo y volver a montarlo, rodeada como estaba ahora por numerosos enemigos montados, optó por lanzarse con el acero desnudo hacia el estribo del nómada.

El nómada y su corcel se movieron fuera del alcance de su arma, y luego, para su sorpresa, el nómada saltó de su silla de montar para aterrizar fácilmente en las dunas y se acercó a ella, sacando su propia espada mientras lo hacía.

Lo que siguió no se parecía en nada a cualquier cosa que Ronia hubiese experimentado jamás. Sus torpes sesiones de práctica nunca la habían preparado para algo como esto. El nómada parecía estar bailando con ella en lugar de pelear de forma agresiva. Ronia sabía que esto se debía en parte a que él no estaba tratando de matarla o mutilarla, mientras que ella carecía de la habilidad para amenazarlo realmente, dejándola únicamente la opción de defenderse, pero ...