Vacaciones para cuatro 14 - Relatos Eróticos

Vacaciones para cuatro 14

... mi cara, meándome, mientras sonreía victoriosa.

Mi cara, pechos, vientre… hasta los muslos estaban impregnados de su orina. Me había meado encima, aquella cerda rubia… Y lo peor, en mi boca aún guardaba una buena cantidad. No podía moverme sin hacerlo rebosar. Y por nada en el mundo iba a tragarlo. Tirándome del pelo, me hizo darme la vuelta, quedando de nuevo arrodillada sobre el cuerpo de Paula, pero esta vez frente a su pecho. Me miró a los ojos y jalando de mi cabello, me obligó a agachar la cabeza. Irremediablemente lo que había en mi boca terminó en la carita de mi preciosa sumisa. Sorprendentemente, Paula sonreía. Acababa de manchar su cara y me sonreía. Pude leer de sus labios un “gracias”.

La mordaza desapareció de mi boca, para después empujarme contra mi sumisa. Tumbada sobre ella, me besó. Estaba agradecida conmigo por haberme interpuesto en su castigo. Y su lengua era la encargada de darme buena cuenta de sus sentimientos. No le importó lo que acababa de tener en mi boca, ni el sabor. Sus manos acariciaban mi culo, mientras nos besábamos como dos novias desbocadas en pasión. La quería con locura, la amaba. ¿Cómo podía amar a tanta gente a la vez?

Un tirón en mi collar me separó de aquel romántico y a la vez, repugnante beso. Irene había amarrado una cadena a mi collar y tiraba de ella. Me hizo trastabillar por el suelo varios metros hasta que me dejó arrodillada a sus pies.

- Límpiame. – me ordenó, separando la tela que cubría su coño.

Empujó mi cabeza contra su sexo, sin darme opción a negarme. Tampoco importaba mucho ya… Después de tenerlo en mi boca, limpiarlo con mi lengua era lo de menos. No tanto era el asco en sí de hacerlo, más bien lo que significaba. Estaba limpiándole el coño después de mearme. Dándole placer con mi lengua, después de haberme humillado delante de todos, incluido mi novio. Carlos… si supiera que su novia estaba allí, cubierta de orina…

- ¿Ya esta limpio? ¿No queda nada de pis en mi chochito? – me preguntó.

- Sí, señorita Irene. – le dije, con un profundo odio en mis palabras.

La rubia se separó de mí y fue exhibiendo su sexo recién aseado por mi lengua al público. Se detuvo frente la mesa de Jorge y Carlos, donde también estaba la pelirroja. Me ordenó ir a cuatro patas hasta donde ella estaba. Cuando me tuvo de nuevo con mi cara frente a su entrepierna, lanzó un beso hacía la mesa de ellos. La odiaba a muerte…

- Ahora… cómeme el coño, vaquita. Hazme disfrutar. – me dijo con una mano acariciando su coño y la otra en la llave que colgaba de su cuello.

A pesar de la excitación acumulada, comerle el coño a esa zorra no me apetecía nada en absoluto. Pero debía obedecer. Tenía su humedad frente a mí cara, no quería, pero debía. Ajusté mi máscara, cerré los ojos y saqué mi lengua. Fui a dar la primera y más difícil de todas las lamidas, cuando noté que no había nada. Abrí los ojos y se había apartado. Se reía a carcajadas viendo mi cara de circunstancia. Volvió a ordenarme lo mismo. ...