1. Mi odiosa hermanastra (Parte 1)


    Fecha: 15/05/2024, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... silla. Un colgado. Seguro mamá me va a cagar a pedos, pensé. Agarré el montón y lo llevé al lavadero. Cuando iba a poner la ropa en el canasto vi que adentro ya había ropa. Un pantalón de jean y una remerita blanca. Y encima de la remera, una pequeña tela negra.
    
    Miré por encima de mis hombros, a ver si mamá no estaba detrás de mí. La vieja tenía la costumbre de hacer esas cosas. Me observaba mientras yo no me daba cuenta, como si estuviese a la expectativa de que me mande una macana. Ni que tuviera doce años.
    
    Pero estaba solo. Solté mi ropa, tirándola al piso, y agarré la tela negra. Estaba enrollada, hecha un bollo. Las desenrollé. Como pensaba, era la tanga con la que Florencia se había sacado una foto el día anterior. ¿Para quién carajos era esa foto?
    
    Me quedé observando la prenda íntima de mi hermanastra, parando la oreja, y mirando hacia la puerta a cada rato, atento a si aparecía mamá.
    
    La tela que iba en la parte trasera no era más que una tirita. En la parte delantera era un triángulo muy angosto. Me imaginaba que Florencia debía estar completamente depilada para usar esa prenda. Hice un esfuerzo para recordar su pubis del día anterior, pero sólo había prestado atención a su trasero y sus tetas.
    
    Me llevé la tanga a la nariz, y la olí, quizás esperando encontrar un olor desagradable en ella. La próxima vez que me molestara le diría "callate olor a culo".
    
    Pero no percibí nada más que un suave perfume. Ni siquiera olor a transpiración. Nada. Supuse que sólo la había usado un rato, se la habría puesto exclusivamente para hacerse esa foto. Con el calor que hacía esos días, si la había usado durante varias horas, debía tener olor.
    
    Pensé en qué ropa interior estaría usando en ese momento. Ahora sí, con treinta y tres grados bajo el sol, su trasero y su entrepierna estarían bañadas en sudor, y la bombacha estaría empapada.
    
    Hice un bollo con la tanguita negra. Era tan chica que cabía adentro del puño sin que se notara que tenía algo en él.
    
    Entonces escuché unos pasos que se acercaban. Menos mal que había estado atento, porque al toque mamá abrió la puerta de la cocina que era la que daba al lavadero. Cerré el puño con más fuerza. Tuve miedo de que una tirita de la tanga sobresaliera sin que me diera cuenta, así que, con carpa, puse la mano en el bolsillo.
    
    —¿Qué hace tu ropa en el piso? — Preguntó mamá.
    
    Qué boludo, pensé para mí. Me había colgado morboseando con la tanga, y me olvidé de poner la ropa en el canasto.
    
    —Emmm —balbuceé, sin encontrar una mentira convincente.
    
    —Andá nomás Marianito, con vos no hay caso, las tareas domésticas no se te dan.
    
    Mamá se puso a recoger la ropa. Yo esperaba la oportunidad de meter la tanga de Florencia en el canasto, pero mamá ya se disponía a lavar toda la ropa. Así que me fui a mi cuarto, con la tanga de mi hermanastra en el bolsillo.
    
    Los días que siguieron fueron de mucho calor. Tanto que, con todo lo haragán que soy, me puse a limpiar la pileta y a llenarla. Recién ...
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