Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... alta, llamando la atención de las chicas, la mayoría de las cuales ya se habían acostumbrado tanto a él que no les daba tanta pena que las viera en ropa interior - antes de irte, pásate por mi oficina - susurró - te equivocaste al renunciar a la protección de mi hermano, Diana; no te preocupes, Alma está libre, pero el haberme desobedecido al ir a ver a Noemí, te costará caro.

Jorge se levantó del banco y salió de los vestidores, dejándome con la sangre helada tras escuchar sus palabras, sintiendo cómo mis piernas perdían su fuerza y mis manos temblaban de una forma peligrosa, saliendo del shock en el que me dejó solamente cuando Alma se sentó a mi lado y me habló.

- ¿Qué te ha dicho Jorge? - preguntó, evidentemente preocupada, pero no fui capaz de responder con palabras, pues de hacerlo terminaría llorando, así que solamente negué con la cabeza mientras me apresuraba a desnudarme y meterme en la ducha, con tanta prisa como me era posible hacerlo.

Minutos después el vestidor se fue vaciando poco a poco, hasta que solamente quedamos, nuevamente, Alma y yo solas, sentadas en el banco, completamente en silencio, sin que ninguna de las dos supiera qué decir, pues a pesar de que se habían restaurado las cosas con respecto de los castigos, ambas sabíamos que nada volvería a ser como antes.

- Deberías marcharte, Raúl debe…

- No me espera, me dijo que su padre tenía una junta con el comité de deportes universitarios, algo con respecto de una donación.

- ¿Una donación? - la piel se me erizó.

- Sí, su padre y su tío son empresarios y donan grandes cantidades de dinero a los programas deportivos de la universidad, por lo…

- Alma, ¿Estuviste con Raúl la noche de mi cita? - Alma se quedó callada por un minuto, completamente desconcertada por mi pregunta.

- No, me dijo que tenía que ver a su tío y a su padre, algo de un compromiso con… - la puerta del vestidor se abrió de golpe.

- ¡Diana! ¡Más te vale que sigas aquí!

- Ya voy, maestro - dije, tapándole la boca a mi amiga, pues no quería que Jorge supiera que mi amiga estaba ahí; si mi sospecha era cierta, el solo hecho de que estuviera conmigo podría traer consecuencias para las dos. Así que me puse de inmediato de pie, con maleta en mano una vez que Alma asintió, en señal de que había entendido que no quería que Jorge supiera que estaba conmigo - lo siento, maestro es que…

- Cállate y sígueme - ordenó y yo lo obedecí, pero en mi pensamiento no podía dejar de unir las piezas entre la historia de Noemí y lo que Alma me acababa de decir, sin poder creer que Raúl y su familia hubieran sido los autores de lo que le pasó Noemí, sin dar crédito a la posibilidad de que Raúl pudiera comportarse de esa forma, mientras caminaba detrás de Jorge, recorriendo los pasillos del edificio hasta llegar a un salón, donde abrió la puerta y me dejó pasar primero, sintiendo una oleada de terror en el momento de que fui consciente de quién se encontraba dentro, sentado en uno de los pupitres, ...