Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... mientras nos desplazábamos, aprovechó para besarme y meterme mano, con tanto esmero que me hizo llegar al orgasmo, de una forma tan intensa que no me di cuenta del camino que recorríamos ni tampoco del lugar en donde estábamos cuando el auto al fin se detuvo.

Su mirada se perdió por un momento, suspiró un par de veces, parecía querer controlar su respiración para no derramar lágrimas, pero no desistió en su narración, era evidente que necesitaba contarme todo lo que había pasado.

- Cuando me di cuenta de dónde estábamos, fue después de que uno de los que iban adelante bajara del auto y abriera mi puerta. Creí que tal vez solo querían hacerlo en un lugar público, así que me calmé un poco y no me pareció extraño que me pidiera ponerme en cuatro, con el trasero apuntando hacia el exterior del auto; sin embargo, poco después escuché un par de voces que no conocía, y al chico diciéndoles que me podían usar si lo deseaban. Sentí mucho miedo cuando lo escuché, pero me quedé petrificada un momento, me costaba dar crédito de lo que había oído; luego sentí dos manos ásperas y enormes tocándome las nalgas y hurgando entre mis piernas, cuando volteé hacia atrás vi que no se trataba del chico que se había bajado del auto, sino de un señor gordo con el pelo entrecano, sucio y con la frente llena de sudor. Fue muy desagradable sentir sus manos tocando mis piernas y mi trasero y aún peor cuando me metió sus asquerosos dedos.

Un sobresalto me acogió cuando escuché esa parte de la historia, imaginando con desagrado lo que vendría, sintiendo cómo una parte de mí se negaba a escuchar el resto de lo que pasó, pero otra ansiaba saber lo que había ocurrido y cómo había llegado al hospital en las condiciones en que lo hizo.

- No pude resistirme antes de que el hombre que iba atrás conmigo, me tomara del pelo y me obligara a meterme su verga en la boca. No podía moverme porque me tenía agarrada de la cabeza y el cuello, así que él hizo el trabajo con el movimiento de sus caderas, lo cual en realidad no me hubiera molestado, de no ser porque estaba horrorizada ante lo que me haría el desconocido que estaba a mis espaldas. Fue humillante sentir su miembro entrando en mi cuerpo, sentí una gran impotencia al saber que nada de lo que hiciera me salvaría del destino que me aguardaba aquella noche, esperando que aquel hombre no estuviera enfermo, que no me contagiara nada raro.

Las lágrimas escaparon de sus ojos al igual que algunos sollozos que martirizaron su cuerpo con algo de dolor físico, antes de que lograra controlarse un poco para seguir con su charla.

- De la misma forma como lo hizo ese hombre, otros dos me penetraron mientras se la mamaba al tipo en el auto, todos se vinieron dentro de mí y cuando el último lo hizo sentí un par de manos empujándome al interior del vehículo, antes de que la puerta se cerrara y que el chico se fuera a sentar a la parte delantera del auto, mientras el tipo del que tenía su pene en la boca se venía. Luego cambió lugares ...