Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... provocado, ahora también resultaba deprimente, mirando al vació con horror al recordar lo que le había pasado, de una forma tan horrible que parecía como si lo estuviera viviendo de nuevo.

- Supongo que fue la cocaína que se metió o tal vez simplemente fue falta de imaginación, pero lo que pasó cuando regresamos a la habitación del hotel, fue lo que desencadenó lo que terminó siendo la peor noche de mi vida. Los más viejos decidieron que la noche había acabado para ellos, se despidieron y me dejaron en manos del más joven del grupo, casi me ilusioné al pensar que en manos de ese chico las cosas no estarían tan mal, pero me equivoqué gravemente, pues al parecer eran los otros dos los que lograban controlar un poco a ese animal. Todo se puso mucho peor en cuando se fueron, pues ese tipo volvió a meterse cocaína y enloqueció de una manera horrible. Me ordenó que me desnudara y luego me mandó meterme en la tina de hidromasaje, supe que las cosas no iban bien cuando se metió sin quitarse la ropa, sentí mucho miedo cuando comenzó a reírse de una forma enloquecida, mientras me miraba. De pronto me tomó del pelo y hundió mi cara en el agua; era mucho más fuerte que yo, no podría haber competido con su fuerza ni siquiera estando en óptimas condiciones, mucho menos en el estado en el que me encontraba.

La puerta se abrió y una enfermera asomó la cabeza, sobresaltándonos a ambas, antes de que la mujer se disculpara y se marchara, cerrando la puerta tras de sí. Noemí me miró, desvió nuevamente la vista y continuó.

- Fue mucho el miedo que sentí en cada ocasión en que me hundía la cabeza debajo del agua, pensé que me mataría, no tenía fuerza para pelear y estaba completamente a expensas de lo que ese animal quisiera hacerme; pero llegó un momento en el que ya no fui capaz de permanecer sin hacer nada, un instante en que el miedo me rebasó y sin pensarlo comencé a agitar las manos para tratar de golpearlo hasta que logré pegarle, justo en la entrepierna, haciendo que se doblara de dolor y al fin me soltara. Me salí de la tina arrastrándome, escupiendo grandes cantidades de agua y respirando con mucha dificultad. Él le llamó a Jorge en cuanto pudo superar el golpe que le di; le dijo por el altavoz, que estaba con la perra que le había mandado y que acababa de golpearlo, le preguntó si él me corregiría o si podía hacerse cargo personalmente - hizo una nueva pausa, como si le costara creer lo que estaba a punto de decirme - para mi sorpresa, Jorge le respondió que podía hacer conmigo lo que quisiera, que ya tenía una delantera titular con quien reemplazarme. Las horas que pasé con ese imbécil fueron un infierno, me violó no solamente con su cuerpo, sino que me metió muchas cosas en mi vientre, me pegó tantas veces como le vino en gana y al final me ordenó vestirme, algo que hice mientras veía cómo se metía un par de líneas más de cocaína; llegué a desear que se diera un pasón y se muriera, pero lamentablemente eso no pasó. Cuando llegamos al ...