Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... con el que conducía y nuevamente tuve trabajo que hacer con mi boca. Cuando el carro volvió a ponerse en marcha, sentí un poco de alivio al pensar que eso sería todo, sin embargo, después de algunos minutos volvimos a detenernos, esta vez lo hicimos a un costado de un bar que parecía estar atiborrado; esa fue sin duda la peor parte. Por un rato me quedé en la misma posición como al principio, con la verga del hombre en mi boca y el trasero apuntando al exterior del auto. El primero en ese lugar fue un hombre muy grande y de piel negra, afortunadamente él fue cuidadoso cuando me usó, lo hizo de una forma gentil, pero el resultado al final fue el mismo y se vino dentro de mí; el segundo tipo no fue tan amable como el primero y lo sufrí considerablemente, ese idiota me penetró de un solo golpe y me tomó de los senos con una fuerza excesiva, me dolían mucho y me cogía como si quisiera atravesar mi cuerpo, me ardía el vientre al tenerlo dentro de mí, lo hacía de una forma tan salvaje que incluso me hizo llorar, y ni siquiera fue a causa del dolor, sino del miedo que me provocó, no dejaba de insultarme ni decirme que las perras como yo merecían ser tratadas de esa forma, sentí una repugnancia especial cuando eyaculó sobre mis nalgas y luego embarró todo su semen restregando su verga en mi trasero. Después de ese tipo desfiló una larga lista de hombres, tantos que dejé de contar después de los primeros veinte. Fue horrible ver que nos les importaba que estuviera llorando, que gritara de dolor y les rogara que se detuvieran, mientras los tres que me llevaron ahí se reían de mí, sujetándome para que no me moviera, aunque después de la primera media hora perdí toda la fuerza de mi cuerpo y ya no fui capaz de seguir oponiendo resistencia.

Una nueva descarga de lágrimas escapó de los ojos de Noemí, quien hacía un intento desmesurado por controlar sus sollozos para no experimentar una nueva oleada de dolores.

- Todo el tiempo en que me tuvieron ahí, estuve rogando porque una patrulla apareciera y le pusiera fin a lo que estaba pasando. Al final aparecieron un par de policías, según lo que escuché acababan de terminar su turno y habían ido al bar para tomar unos tragos antes de ir a casa. No tuvieron el más mínimo reparo en usarme, uno de ellos se subió en el auto y me obligó a meterme su pene en la boca mientras el otro, asqueado por la cantidad de semen que salía de mi vagina, decidió cogerme por el culo, una experiencia muy dolorosa, grité como nunca lo había hecho antes de que se detuviera, después de haberse vaciado dentro de mí. El más joven de los tipos que me llevaron ahí, me lanzó un paquete de toallas húmedas para que me limpiara cuando íbamos de regreso al hotel. Apenas me podía mover y no era capaz de dejar de llorar. Me limpié solamente porque sabía que de no hacerlo buscarían alguna forma humillante para castigar mi desobediencia.

El aspecto de Noemí, que ya de por sí lucía miserable al considerar todas las heridas que le habían ...