Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... estacionamiento, me vi tentada a echarme a correr pero supongo que se dio cuenta porque me tomó con fuerza del brazo y me subió a su auto. Condujo por algunos minutos y me llevó a un barrio muy feo, deteniéndose poco después en lo que parecía ser una bodega abandonada, el lugar donde me ordenó bajar del auto, algo a lo que me negué, pensando lo que me podría hacer en ese lugar, completamente abandonado, sin una sola alma que pudiera ayudarme. Me bajó tirando de mi pelo y me tiró al suelo una vez que estuvimos adentro, estaba furioso, iracundo, me dijo muchas cosas humillantes, sentía cada vez más miedo mientras le rogaba que se detuviera, pero descargó todo su coraje en mí y me golpeó por mucho tiempo, ni siquiera estoy segura de cuanto pasó antes de que me desmayara. Luego desperté aquí, en el hospital, con la noticia que que me habían roto varios huesos, de que tenía heridas por todos lados, que me habían operado la pierna de urgencia y… - hizo una dolorosa pausa - me dijeron que ya no volvería a jugar fútbol.

- ¿Por qué no dijiste quien…?

- Jorge se presentó aquí antes de que llegaran mis papás, me dijo que si abría la boca, subiría todos los videos y fotografías que tienen de mí, desnuda, teniendo sexo con hombres que no son de la universidad, etc. Sí, tienen fotos de todas nosotros, no lo dudes, seguramente en cada cita se las arreglan para capturar el momento de alguna forma - dijo al ver mi expresión de alarma - también me dijo que si decía algo se encargaría de que nunca consiguiera un buen trabajo y me dijo que mi familia pagaría las estupideces que yo llegara a cometer. No tuve el valor, Diana, yo… - nuevas lágrimas emergieron de sus ojos, su mirada se perdió en algún lugar del techo - ojalá nunca hubiera aceptado el trato de Jorge, ojalá nunca me hubiera gustado tanto el fútbol; ahora estoy aquí, sufriendo de un inmenso dolor, sin saber qué va a pasar con mi vida, ni tener idea de a que me podría dedicar ahora que mi sueño se acabó.

El silencio que siguió a sus palabras fue definitivo. Sentía un nudo en la garganta que amenazaba con hacerme llorar de un momento a otro, ¿Cómo era posible que Jorge fuera un monstruo tan despreciable? ¿Por qué permitió que todo llegara tan lejos?

- Creo que es hora de que te vayas, Diana, mañana tienes un partido y debes descansar - sus palabras fueron tan dolorosas como una daga en el corazón. Me acerqué a ella y besé su frente, sin saber qué decirle para reconfortarla, sin saber si había una sola palabra en el mundo para hacer sentir mejor a alguien que había perdido el sentido de su vida en una sola noche - si puedes hacer otra cosa, lo que sea, hazlo, no vale la pena lo que te hacen vivir por jugar fútbol, no vale la pena entregar tu vida a un sueño que se puede esfumar tan solo por cometer un error, Diana - me susurró mientras me encontraba cerca de ella.

La miré con los ojos empañados por las lágrimas, comenzando a sollozar al sentir el dolor y la desesperación que había impregnado en ...