Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... cada una de aquellas palabras, mientras sus ojos se quedaban fijos sobre los míos.

- Lo siento mucho, Noemí, lamento mucho que te haya pasado esto - dije, con la voz entrecortada por el llanto, ella solo dibujó una débil sonrisa en sus labios, antes de que saliera a toda prisa de la habitación, bajara el ascensor tratando de controlar mi llanto para luego darle el pase de visita a la madre de Noemí y salir al estacionamiento, quedándome varios minutos sentada en el asiento de la moto, llorando amargamente, temerosa de que me pudiera pasar algo como eso, que una locura y un idiota arruinaran mi vida al estar metida en toda esa mierda; pero aún después de ver lo que le había pasado a Noemí, y más aún después de recordar lo que le ocurrió a Alma, la idea de renunciar a la protección que Javier me brindaba, seguía firme en mi pensamiento, pues no permitiría que Alma volviera a sufrir por culpa mía.

***

La mañana llegó y me alisté en casa para ir al juego. Sentía un permanente dolor en la boca del estómago al recordar lo que le pasó a Noemí y revivir una y otra vez las escenas de lo que le hicieron a Alma. Salí de la casa sintiéndome horrible, sin haber dormido bien ni mucho menos haber descansado, todo mi cuerpo se sentía fatigado y tenía tantas ganas de saltar al campo como de sentarme en una silla recubierta por cable de púas.

Mis padres salieron de la casa al mismo tiempo que lo hice yo, solo que ellos se fueron en su auto y yo en la motocicleta. Estaba tan absorta en mis pensamientos que apenas me di cuenta del momento en que llegué al estacionamiento y me bajé de la moto una vez que la estacioné en el lugar correspondiente. El celular sonó mientras desataba mi maleta de la moto.

- Hola, Javier - dije, al responder la llamada.

- Buenos días, Diana ¿Viste a Noemí ayer? ¿Pensaste mejor las cosas? - preguntó.

- Por supuesto que la vi y claro que pensé mejor las cosas, pero mi decisión sigue firme: no quiero más tu protección y quiero que Alma deje de pagar por mis errores.

- Diana, no lo estás…

- Me dijiste que si estaba segura cuando me llamaras, hablarías con tu hermano y todo regresaría a como estaban las cosas antes, ¿Me equivoco?

- No, no te equivocas, lo dije.

- ¿Cumplirás tu palabra?

- Diana, tú…

- ¿Cumplirás tu palabra? - un silencio nos abrazó de pronto, tan profundo que no se escuchaba nada del lado de Javier, incluso pensé que se había cortado la llamada, hasta que repentinamente Javier habló de nuevo.

- Debes querer mucho a tu amiga, espero que esto valga la pena, Diana. Adiós - dijo, antes de que la llamada fuera cortada, dejándome parada en el estacionamiento, con el corazón palpitándome de una forma que casi me llevaba a las lágrimas, antes de suspirar y acomodarme la maleta en la espalda, momento en el que vi de reojo que alguien estaba parado detrás de mí, a escasamente un metro de distancia, llevándome la sorpresa de que se trataba de Raúl y Alma, quienes me veían con los ojos muy abiertos ...