Diana: juegos perversos (9) - Relatos Eróticos

Diana: juegos perversos (9)

... muy bien, me alegra escuchar que entiendes la situación; pero como te podrás imaginar, tu palabra no me basta, así que me voy a tener que asegurar de que te quede claro lo que te puede pasar si llegas a abrir la boca y se te escapa algo que no debas decir.

- Por favor, no diré nada, yo… - un golpe muy fuerte en mi estómago me dobló por la mitad, sacando el aire de mis pulmones, provocando que cayera de rodillas frente a él, tosiendo en un intento por volver a respirar.

- ¡Me encabrona que una perra me interrumpa cuando estoy hablando! Pero al menos ya estás en el lugar correcto - dijo, un segundo antes de desabrochar su cinturón y luego agacharse para tomarme del pelo y obligarme a quedar de rodillas - si tengo que decirte lo que tienes que hacer, vamos a tener muchos problemas.

No me había recuperado aún del golpe cuando mis manos se levantaron para bajar sus bóxers y liberar su miembro, que para ese entonces ya comenzaba a despertar. No esperé un solo segundo más para engullirlo después de que lo tuve frente a mí, me aterraba lo que ese loco podría hacerme si se enfadaba más conmigo, por lo que de inmediato comencé a acariciar su miembro con mis labios y mi lengua, succionándolo con fuerza, sin dejar de llorar, sabiendo que estaba a punto de hacerlo con el novio de mi amiga, quien además era un maldito sádico violento.

- Vaya, tenías razón Jorge, debí haber escogido a esta puta como mi zorra personal y no a la frígida de su amiga ¡Uff! Lo mamas mejor que Alma - dijo, haciendo que mi corazón diera un vuelco y un dolor en el estómago se hiciera cada vez más intenso.

Sus manos abandonaron mi cabeza sin que ello cambiara la forma como me estaba comiendo su sexo. Raúl comenzó a desnudarse empezando por la playera que llevaba puesta, mientras sentía cómo su miembro se iba endureciendo en mi boca junto con el sabor de los fluidos preseminales que comenzaba a liberar copiosamente.

- Párate y quítate la ropa - me ordenó y obedecí tan rápido como pude hacerlo hasta que no hubo un solo pedazo de tela que cubriera mi cuerpo.

Cuando volví a mirarlo estaba completamente desnudo y se masturbaba suavemente, mirando mi cuerpo con tanta lascivia que me daba mucho miedo.

- Inclínate sobre el escritorio y tú, Jorge, tómala de las muñecas - hice lo que me dijo, pero no pude evitar sorprenderme por la forma como le hablaba al entrenador, y más aún por el hecho de que Jorge le hiciera caso, pues aquello había sonado como una orden que el entrenador había acatado.

Su mirada se desvió para no hacer contacto con la mía mientras me tomaba de las muñecas, su gesto era extraño, expresaba algo que nunca había visto en él, un cúmulo de sentimientos y emociones que no concordaban con la imagen que tenía del entrenador: tenía miedo.

Dos golpes muy fuertes sacudieron mi trasero y un par de gritos de dolor escapó de mi boca, antes de sentir cómo los dedos de Raúl se metían en mi vagina y se movían dentro de ella, enloquecidos, robándome algunos ...