MI HISTORIA COMO SUMISA. (3 y final) - Relatos Eróticos

MI HISTORIA COMO SUMISA. (3 y final)

... hacer unas compras, curiosamente compró bastantes cosas y para mi sorpresa, cuando estábamos pagando, él no puso las bolsas en el carrito de compras para llevarlo al estacionamiento, si no que le dijo a la dependiente que los llevaríamos en la mano. Ahí me di cuenta que yo estaba en problemas, él me hizo cargar las dos bolsas más pesadas, una en cada mano, y me advirtió al oído que tenía totalmente prohibido soltar las bolsas hasta llegar al auto, obvio, no había salido del supermercado y ya se estaba asomando mi primer pezón por sobre la blusa, y poco después se liberó el otro. A medio camino del auto ya mis dos tetas iban totalmente al aire, el pantalón, igual, dejaba ya ver mi hilo y la gente que nos íbamos encontrando de camino se me quedaba mirando, las mujeres regañaban a sus maridos y los hombres se paraban a sabrosearme, al ir en tacones, pronto Oscar me dejó atrás, así que ya caminaba yo sola por el parqueo sin tener forma de recomponer mi ropa, ese fue un momento muy vergonzoso, pero que importaba, Óscar estaba feliz.

-Jessica, me gusta tanto oírte chillar cuando te culeo que me encantaría saber que sientes con dos vergas en una doble penetración- Para ese entonces yo ya cumplía a cabalidad mi rol de sumisa. -Tú sabes que complacerte es lo que más placer me da, Óscar, si a ti no te molesta que un amigo tuyo me fornique, yo estoy dispuesta a hacerlo contigo y con quien me digas- Citó al tipo a la oficina, al cual llamaré Alberto, es que fueron tantos que ya no recuerdo el nombre del primero, ese día yo fui a trabajar en un vestido con un escote de esos que llegan al ombligo y las tetas andan libres detrás de dos tiras de tela que amarras en la nuca. Igual tengo la idea de que ese día llevaba un plug anal tipo joya para traer el culito abierto y listo para ser destrozado. Alberto había llegado al despacho con buen tiempo, calculo que estuvo aproximadamente una hora ahí sentado en la recepción mirando como yo iba de un sitio a otro pasándole los papeles a Óscar que me pedía, yo en ese tiempo ya era muy exhibicionista, pero al mismo tiempo siempre intentaba aparentar que hacía lo posible por no mostrar nada que no se debería ver, así que me pasaba reacomodando el vestido cada vez que sentía que se me veía el inicio de las nalgas o si se me salía una teta, igual, sabía que el chico este ya de sobra había visto parte de mis nalgas y mis senos, y posiblemente hasta mi panochita peluda.

Tengo la idea que ese día mi vestido era color amarillo, así que destacaba muchísimo. Ya cuando por fin Oscar terminó sus labores salió del despacho y estuvo hablando con su amigo, empezó a preguntarle que cómo le parecía la perra que se iba a culiar esa noche, Alberto estaba un poco cortado porque seguramente no esperaba que Óscar se refiriera a mí de esa forma y mucho menos esperaba que yo no reaccionara mal y más bien sonreía a todas las barbaridades que Óscar decía. Decidieron ir a cenar antes, así que fuimos a un McDonald’s y toda la gente no quitaba ...