El Carro de las Esclavas - Relatos Eróticos

El Carro de las Esclavas

... ciudadana de la ciudad.

Esto realmente la convertiría en una esclava.

No vaciló. Agarrando el collar con las manos, Seraphina se lo llevó a la garganta, se lo colocó alrededor del cuello y lo cerró con un clic.

Estaba hecho. Ahora era una esclava.

Aun así, quedaban algunos pasos más por tomar. Agarrando los barrotes de la jaula, la cerró hasta que escuchó el clic de la cerradura de la jaula.

Luego, lentamente, moviendo con cuidado los brazos por encima de la espalda, alcanzó detrás de ella hasta que encontró los grilletes que colgaban de una cadena de los barrotes de la pared de la jaula. Con cuidado, colocó su muñeca en una de ellas y la cerró, luego repitió la acción con la otra muñeca.

Tiró un poco de los brazos en un tirón exploratorio y sintió un escalofrío cuando la cadena se tensó y tiró de sus brazos para detenerse.

Lo había hecho. Estaba encerrada en el carro de las esclavas, doblada en dos, apretada en los espacios reducidos, con los brazos atados, el collar en el cuello, un consolador en su coño necesitado. Solo podía esperar en la jaula cerrada hasta que la llevasen a la subasta y la vendiesen como bienes muebles al mejor postor.

La oleada de placer ilícito ante ese pensamiento la hizo retorcerse en el consolador, jadeando y chillando mientras su coño de esclava chapoteaba en el eje resbaladizo. Se violó ansiosamente a sí misma, abrazando aún más su esclavitud con cada embestida mientras se subía y bajaba sobre el consolador.

Un minuto después, los guardias regresaron, con una joven asustada entre ellos. La sirvienta gritó al ver el carro de esclavas, llorando y suplicando piedad, pero rápidamente fue encerrada en la jaula junto a Seraphina.

"¿Quién es ésta?" preguntó un guardia mientras miraba a la ex chica noble.

Otro guardia se rió. "Una voluntaria."

Seraphina se sonrojó de vergüenza, pero no detuvo su ritmo con el consolador. La nueva esclava a su lado, con semen cayendo por sus muslos que testificaba de su reciente violación por parte de los guardias.

Luego, el carro de la jaula se puso en marcha y cada niña jadeó cuando el golpe de las ruedas contra los adoquines envió vibraciones a toda velocidad a través del carro. La sensación golpeó cada coño y pronto incluso la ex sirvienta gimió y se retorció, su miedo olvidado en la lujuria.

Cinco paradas más tarde, Seraphina había visto a las hijas de los comerciantes y las chicas de la calle violadas y enjauladas. Había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido en la jaula.

Cuando el carro de esclavas se detuvo en la casa de subastas, Seraphina jadeó cuando la sacaron, su collar se separó de la puerta de la jaula, sus grilletes se retiraron, solo para ser reemplazados por otros nuevos en ambas muñecas y tobillos, su coño repentinamente vacío y necesitado.

Sin embargo, el consolador pronto fue reemplazado por pollas de carne y hueso, ya que los guardias compensaron su inesperada llegada con sus primeras violaciones de esclava, ...